Contexto histórico y geopolítico
En 1878, Bosnia y Herzegovina fueron ocupadas por el Imperio Austrohúngaro, anexionándoselas dicho Imperio en el año 1908. Una parte importante de la población del territorio, especialmente los habitantes serbios, se oponían a esta ocupación y deseaban la unificación del territorio bien fuese con Serbia bien con otros países eslavos. Este resentimiento es el que se halla en el origen del atentado.
Las autoridades austriacas eligieron el 28 de junio de 1914, el día en que los serbios celebran el Vidovan (una festividad religiosa importante entre los serbios de religión ortodoxa), como fecha para la visita del archiduque a la ciudad de Sarajevo. La fecha correspondía igualmente a la del décimo cuarto aniversario del matrimonio de los archiduques. Hay que destacar que la familia imperial de los Habsburgo consideraban a Sofía Chotek, según el antiguo protocolo, como carente de una posición adecuada como para permitírsele el matrimonio con el heredero del trono imperial, no obstante su pertenencia a una familia de la más alta y antigua nobleza de origen checo. Por ese motivo ambos cónyuges se habían visto forzados a contraer un matrimonio morganático, y Sofía llevaba desde entonces una vida retirada en la ciudad de Viena. El 28 de junio, Francisco Fernando, pues, deseaba aprovechar la visita para aparecer públicamente junto a su esposa, lo que comportó consecuencias dramáticas.
Las circunstancias del viaje de inspección del archiduque Francisco Fernando con motivo de unas grandes maniobras militares organizadas en Bosnia-Herzegovina parecen haber favorecido a los asesinos. El día escogido, el 28 de junio, día de Vidovan para los serbios, era en definitiva el aniversario de la derrota ante los turcos en 1389 durante la Batalla de Kosovo. El viaje en ese día del Archiduque Heredero del Imperio e Inspector General de los Ejércitos era considerado, pues, por los más exaltados de la comunidad serbia como una auténtica provocación. Bilinski, el ministro de Finanzas del Imperio, encargado además de la administración desde Viena del territorio de Bosnia-Herzegovina, rechazó igualmente tener en cuenta la advertencia del embajador serbio en Viena, Jovan Jovanovic, que alertaba de que se hallaba en curso de preparación un atentado coincidiendo con la visita.
Por otro lado, la orden del príncipe de Montenuovo de no rendir honores militares y de retirar a las tropas (40.000 hombres) de Sarajevo, con la excusa de que la duquesa de Hohenberg (título concedido a Sofía Chotek para salvar las apariencias protocolarias de la familia imperial) no era en sentido estricto miembro de la familia imperial y por lo tanto no podía recibirlos, tuvo como consecuencia la privación para la pareja de la protección que habría supuesto el ejército.
Para terminar, el error del itinerario, tras un primer atentado dos horas antes, al obligar al vehículo que conducía al archiduque y su esposa a detenerse en medio del gentío, puso a ambos justo bajo el punto de mira de su asesino, Gavrilo Princip.
Todo parece hacer pensar que el atentado de Sarajevo, con la subsiguiente muerte del archiduque y su esposa, resultaba conveniente para muchos. Hubo incluso sospechas de que el conde Tisza, primer ministro de Hungría, hubiese tenido algún tipo de participación en el atentado, ya que al conocer la muerte del archiduque, que le era francamente hostil, exclamó en pleno Parlamento de Budapest: "¡La voluntad de Dios se ha cumplido!" La sospecha es en apariencia inverosímil, pero sirve para hacerse una idea de la atmósfera que rodeó en su momento al atentado.
El asesinato
Tampoco hay fuentes que permitan determinar exactamente lo que realmente sucedió, aunque las actas del proceso judicial permiten reconstruir la planificación y ejecución del atentado. Salidos de la capital de Serbia, Belgrado, donde recibían entrenamiento, los conspiradores pudieron atravesar la frontera austrohúngara sin problemas merced a la complicidad probada de agentes al servicio de Serbia, para regresar así a Sarajevo pocos días antes de la llegada del archiduque y su esposa.
Los siete conspiradores carecían de cualquier experiencia en el manejo de las armas, y tan sólo por una extraordinaria sucesión de coincidencias lograron el éxito final para sus propósitos. A las 10:15 horas de la mañana, el cortejo de seis vehículos pasó ante el primer miembro del grupo, Mehmedbašić, que intentó apuntar desde la ventana de un piso alto, aunque no logra obtener un buen ángulo de tiro, decidiendo no disparar para no comprometer el éxito de la misión. El segundo miembro, Nedeljko Čabrinović, arrojó una bomba (o un cartucho de dinamita, según algunos informes) contra el vehículo del archiduque, pero falló el lanzamiento: Francisco Fernando, que cogió la bomba con sus propias manos, la lanzó fuera del vehículo;[1] la explosión destruyó al vehículo que seguía al del archiduque, hiriendo gravemente a los pasajeros del mismo, así como a un policía y a parte del gentío de espectadores. Čabrinović tragó su cápsula de cianuro y se arrojó al río Miljacka. La caravana de vehículos se dirigió hacia el Ayuntamiento de la ciudad, mientras que la muchedumbre se dispersaba debido al momento de pánico. La policía sacó a Čabrinović del río, y éste fue fuertemente golpeado por el público antes de ser puesto bajo custodia policial. La cápsula de cianuro que había ingerido estaba caducada o bien tenía una muy escasa concentración de veneno, por lo que no había producido el efecto esperado. Por otra parte, contra lo que él esperaba, el río sólo tenía entonces 10 cm de profundidad, siendo pues imposible intentar el ahogamiento. Respecto de otros componentes del grupo terrorista, algunos huyen al oír la explosión, presumiendo que el archiduque ha sido asesinado.
El resto de los conspiradores no tuvo oportunidad de actuar debido a los movimientos de la muchedumbre, y el atentado estaba a punto, pues, de resultar un estrepitoso fracaso. No obstante, el archiduque decidió encaminarse hacia el hospital para efectuar una visita a las víctimas de la bomba de Čabrinović allí ingresadas. Durante este tiempo, Gavrilo Princip, para quien el móvil principal de su intervención en el atentado era "la venganza por todos los sufrimientos que Austria hacía sufrir al pueblo", se había dirigido hacia una tienda de las cercanías para adquirir un bocadillo (ya que o bien se había resignado a la mala suerte, o bien pensaba que el archiduque había fallecido en la explosión), y justo en ese momento ve al coche del archiduque Francisco Fernando pasar por las cercanías del Puente Latino. Princip alcanzó el vehículo y disparó por dos veces: la primera bala atravesó la puerta del vehículo alcanzando a la archiduquesa en el abdomen, mientras que la segunda bala hirió a Francisco Fernando en el cuello. Ambos fueron inmediatamente llevados a la residencia del gobernador (y no al hospital, más cercano que dicha residencia), falleciendo unos quince minutos más tarde a consecuencia de las heridas recibidas.
Princip intentó suicidarse, en primer lugar mediante la ingesta de la cápsula de cianuro, y luego incluso con su propia pistola, pero vomitó el veneno (lo mismo que le había sucedido a Nedeljko Čabrinović, lo que le hizo pensar a la Policía que el grupo se había procurado un veneno poco fiable por su baja concentración), y la pistola le fue arrancada de las manos por un grupo de espectadores antes de que tuviese siquiera tiempo para utilizarla contra sí mismo.
Consecuencias
Durante su interrogatorio, Princip, Čabrinović y el resto de los conjurados no develaron nada respecto de la conspiración. Las autoridades consideraron que se debía seguir manteniéndolos bajo arresto, hasta que uno de los miembros, Danilo Ilic, perdió la paciencia confesándolo todo, entre ello el hecho de que el armamento utilizado había sido suministrado por agentes del gobierno de Serbia.
El Imperio austrohúngaro acusó a Serbia del asesinato y, durante las deliberaciones del Consejo de la Corona del 7 de julio de 1914, impuso un ultimátum. Uno de los puntos incluidos en dicho ultimátum era particularmente de imposible realización, hasta el punto de que Serbia no podía aceptar el conjunto de las condiciones en él contenidas. La redacción del ultimátum únicamente contó con la oposición del conde Tisza, el primer ministro de Hungría. Al día siguiente, 8 de julio, escribió una carta en la que prevenía de este modo al emperador Francisco José: "Un ataque contra Serbia comportaría casi con toda seguridad la intervención de Rusia, con lo que tendría lugar una guerra mundial." El 25 de julio, apoyado por Rusia, el Gobierno de Serbia rechazó la participación de policías austriacos en las investigaciones a realizar en territorio serbio. Las relaciones diplomáticas entre ambos Estados quedaron inmediatamente interrumpidas. El 28 de julio de 1914, Austria-Hungría declaró la guerra a Serbia lo que, debido al juego de alianzas, provocó el estallido de la Primera Guerra Mundial. En el diario Wiener Zeitung del 29 de julio, Francisco José declaró al respecto: "He examinado y sopesado todo; avanzo con la conciencia tranquila por el camino que me indica mi deber."
Todos los miembros del complot fueron condenados a penas de prisión (salvo Danilo Ilić, que fue ahorcado). Čabrinović y Princip fallecieron en prisión, aquejados de tuberculosis.
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Junio de 1900. China se halla bajo la ocupación de las potencias occidentales, que se reparten su territorio en zonas de influencia. Los misioneros cristianos predican su religión y destruyen las estatuas de Buda. Esto provoca una revolución nacionalista, la de los Boxers, que quiere la expulsión de todos los extranjeros de China.
Una compañía de marines de los Estados Unidos, bajo el mando del comandante Matt Lewis, llega a Pekín con la misión de evacuar la embajada americana pero el embajador británico, Sir Arthur Robinson, decide quedarse y eso hace que todos los demás embajadores se queden también al saber que una columna de socorro de 2.000 hombres se halla en camino.
El 20 de junio es asesinado el embajador alemán y el comandante Lewis, puesto al mando de las fuerzas militares extranjeras, organiza la defensa del barrio de las legaciones extranjeras con los 500 hombres de que dispone. Cuando el ataque se produce 6.000 chinos se lanzan al asalto y sólo la disciplina, la profesionalidad y la superioridad armamentística logran rechazar el ataque, comenzando así un cruento asedio.
La emperatriz nombra a un nacionalista, el príncipe Tuan, ministro de asuntos exteriores y decide apoyar la revolución ordenando al ejército regular chino que ataque a la columna de socorro y esto frena el avance del almirante británico Seymour.
Mientras, los asediados rechazan un ataque tras otro, ofreciendo una feroz resistencia, pero se ven obligados a replegarse cada vez más, presionados por la superioridad numérica y porque a las milicias bóxers se ha unido ahora el ejército regular chino.
Entretanto, el comandante Lewis inicia una relación con la baronesa rusa Natalia Ivanoff, una bella mujer viuda de un oficial ruso repudiada por la sociedad y acosada por su cuñado el barón Ivanoff, que ha decidido quedarse para ayudar al doctor como enfermera. La situación se convierte en insostenible, faltan medicinas y alimentos para los heridos. Natalia consigue una tregua y sale para conseguir medicinas pero es atacada a traición y herida de un balazo en un brazo. Lewis intenta una salida para contactar con la columna de socorro, pero no lo consigue y regresa también herido. La situación se vuelve desesperada. Natalia se niega a que le amputen el brazo para evitar la gangrena y muere.
Los defensores se preparan para ofrecer una última resistencia, pero la columna del almirante Seymour logra abrirse paso a través del ejército chino y el 14 de agosto alcanza el barrio de las delegaciones extranjeras, liberándolas tras 55 días de duro asedio y obligando a la emperatriz a rendirse y plegarse a las exigencias de las potencias extranjeras.
Lewis abandona Pekín con los hombres que le quedan y se lleva a la hija mestiza de su sargento muerto en la lucha.
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Las Guerras del Opio (chino tradicional: 鴉片戰爭, chino simplificado: 鸦片战争, pinyin: Yāpiàn Zhànzhēng), también conocidas como las Guerras Anglo-Chinas, fueron dos guerras que duraron de 1839 a 1842 y de 1856 a 1860 respectivamente, el punto culminante de los conflictos comerciales entre la China y el Reino Unido. El contrabando británico de opio de la India Británica hacia la China y los esfuerzos del gobierno chino para imponer sus leyes contra las drogas llevaron al conflicto. Francia luchó al lado de Gran Bretaña en la segunda guerra.
La derrota de la China en las dos guerras forzó al gobierno a tolerar el comercio del opio. El Reino Unido coaccionó al gobierno a firmar Tratados Desiguales, abriendo varios puertos al comercio exterior y entregándole Hong Kong a Gran Bretaña. Portugal siguió a Gran Bretaña y forzaron términos de intercambio desiguales para la China (Tratado de Nankín, cesión de Hong Kong a Gran Bretaña y ampliación de Macao para Portugal). Esta humillación por obra de potencias exteriores contribuyó a la Rebelión Taiping (1850–1864), la Rebelión Boxer (1899–1901), y la caída de la Dinastía Qing en 1911.
Antecedentes
El comercio marítimo directo entre Europa y la China comenzó en el siglo XVI, después de que los portugueses establecieron la colonia de Goa en la India, y poco después la de Macao en el sur de la China. Después de la adquisición española de las Filipinas, el ritmo del intercambio entre la China y el Occidente se aceleró dramáticamente. Los galeones de Manila trajeron más plata a la China que la Ruta de la seda. El gobierno Qing intentó limitar el contacto con el mundo exterior a un mínimo. Los Qing sólo permitieron el comercio por el puerto de Cantón, que es ahora Guangzhou. Rigurosos trámites y monopolios autorizados fueron establecidos para restringir el flujo del comercio, teniendo como resultado altos precios de venta para los artículos importados y demanda limitada. España empezó a vender opio a los chinos, junto con productos del Nuevo Mundo tales como el tabaco y el maíz, para prevenir un déficit comercial. Con la implantación de las Compañías Británicas y Holandesa de Indias Orientales, el comercio con China se multiplicó.
A causa de la alta demanda de té, seda, y porcelana en Gran Bretaña y la baja demanda de mercancías británicas en China, Gran Bretaña tenía un gran déficit comercial con China y debía pagar estos artículos con plata. Gran Bretaña comenzó a exportar ilegalmente opio a la China desde la India Británica en el siglo XVIII para contrarrestar su déficit. El comercio del opio creció rápidamente, y el flujo de plata comenzó a reducirse. El Emperador Yongzheng prohibió la venta y la costumbre de fumar opio en 1729 a causa del gran número de adictos.
La disputa se desató debido al comercio del opio, el cual se veía desde ambos lados de maneras muy distintas. El emperador censuró el opio en la China debido al efecto negativo de éste en la población, los británicos en cambio, veían al opio como el mercado ideal que los ayudaría a compensar el gran comercio con la China. Estas guerras y los subsiguientes tratados firmados entre las potencias resultaron en que varios puertos de la China se abrieran para el comercio con Occidente que condujeron en parte a la caída de la economía china. Estas guerras se consideran como la primera guerra de drogas.
Crecimiento del comercio del opio.
La Dinastía Qing de la China, era cada vez más asediada por potencias extranjeras que demandaban un comercio bilateral con la China, tras una gran caída a principios del siglo XIX. Los europeos compraban porcelana, seda, condimentos y té chinos, pero eran incapaces de vender algún bien de interés para la China, en lugar de eso, se veían obligados a pagar con plata, esto significaba un gran esfuerzo para las ya apretadas finanzas europeas provocadas por las guerras napoleónicas.
El opio era producido en la China desde el siglo XV, era mezclado con tabaco en un proceso inventado por los españoles, que luego fue dominado por los holandeses en el siglo XVII y generalizado de forma masiva por los británicos en el XVIII. Al observar los problemas de salud y sociales vinculados con el consumo de opio, el gobierno imperial chino lo prohibió en 1829.
Los británicos comenzaron la producción de opio a mediados del siglo XVIII en la India en cantidades significativas, aprendieron el arte del estado mongol, quienes comerciaron con opio al menos desde el reino de Akbar (1556–1605), e iniciaron el comercio de opio por plata en el sur de la China. Los británicos observaron las grandes ganancias que potencialmente traería el mercado del opio (previamente dominado por Yakarta controlada por Holanda) al invadir Bengala en 1764. Las ganancias se acercaban al 400 por ciento y la amapola crecía casi en todas partes.
Las exportaciones de opio de los británicos crecieron vertiginosamente, de aproximadamente 15 toneladas en 1730 a 75 toneladas en 1773, embarcadas en más de dos mil cajas con 70 Kg de opio cada una.
Los productos triangulaban de la siguiente manera:
* Se transportaba el opio cultivado en Turquía y la India a la China.
* Se pagaba con opio las porcelanas, sedas y té. <<8
* Se llevaban a la Costa Este y a Inglaterra, en donde se pagaban y se iba a Turquía y la India para comprar más opio.
En la primavera de 1830, ante el alarmante y desenfrenado abuso del comercio del opio en la China, el Emperador Daoguang ordenó a Lin Hse Tsu que combatiera rápidamente esta plaga, y éste respondió atajando la corrupción del funcionariado imperial y ordenando la destrucción de más de 20.000 cajas de opio.
Lin Hse Tsu envió una carta a la Reina Victoria pidiéndole que respetara las reglas del comercio internacional no comerciando con drogas tóxicas.
La derrota de la China en las dos guerras forzó al gobierno a tolerar el comercio del opio. El Reino Unido coaccionó al gobierno a firmar Tratados Desiguales, abriendo varios puertos al comercio exterior y entregándole Hong Kong a Gran Bretaña. Portugal siguió a Gran Bretaña y forzaron términos de intercambio desiguales para la China (Tratado de Nankín, cesión de Hong Kong a Gran Bretaña y ampliación de Macao para Portugal). Esta humillación por obra de potencias exteriores contribuyó a la Rebelión Taiping (1850–1864), la Rebelión Boxer (1899–1901), y la caída de la Dinastía Qing en 1911.
Antecedentes
El comercio marítimo directo entre Europa y la China comenzó en el siglo XVI, después de que los portugueses establecieron la colonia de Goa en la India, y poco después la de Macao en el sur de la China. Después de la adquisición española de las Filipinas, el ritmo del intercambio entre la China y el Occidente se aceleró dramáticamente. Los galeones de Manila trajeron más plata a la China que la Ruta de la seda. El gobierno Qing intentó limitar el contacto con el mundo exterior a un mínimo. Los Qing sólo permitieron el comercio por el puerto de Cantón, que es ahora Guangzhou. Rigurosos trámites y monopolios autorizados fueron establecidos para restringir el flujo del comercio, teniendo como resultado altos precios de venta para los artículos importados y demanda limitada. España empezó a vender opio a los chinos, junto con productos del Nuevo Mundo tales como el tabaco y el maíz, para prevenir un déficit comercial. Con la implantación de las Compañías Británicas y Holandesa de Indias Orientales, el comercio con China se multiplicó.
A causa de la alta demanda de té, seda, y porcelana en Gran Bretaña y la baja demanda de mercancías británicas en China, Gran Bretaña tenía un gran déficit comercial con China y debía pagar estos artículos con plata. Gran Bretaña comenzó a exportar ilegalmente opio a la China desde la India Británica en el siglo XVIII para contrarrestar su déficit. El comercio del opio creció rápidamente, y el flujo de plata comenzó a reducirse. El Emperador Yongzheng prohibió la venta y la costumbre de fumar opio en 1729 a causa del gran número de adictos.
La disputa se desató debido al comercio del opio, el cual se veía desde ambos lados de maneras muy distintas. El emperador censuró el opio en la China debido al efecto negativo de éste en la población, los británicos en cambio, veían al opio como el mercado ideal que los ayudaría a compensar el gran comercio con la China. Estas guerras y los subsiguientes tratados firmados entre las potencias resultaron en que varios puertos de la China se abrieran para el comercio con Occidente que condujeron en parte a la caída de la economía china. Estas guerras se consideran como la primera guerra de drogas.
Crecimiento del comercio del opio.
La Dinastía Qing de la China, era cada vez más asediada por potencias extranjeras que demandaban un comercio bilateral con la China, tras una gran caída a principios del siglo XIX. Los europeos compraban porcelana, seda, condimentos y té chinos, pero eran incapaces de vender algún bien de interés para la China, en lugar de eso, se veían obligados a pagar con plata, esto significaba un gran esfuerzo para las ya apretadas finanzas europeas provocadas por las guerras napoleónicas.
El opio era producido en la China desde el siglo XV, era mezclado con tabaco en un proceso inventado por los españoles, que luego fue dominado por los holandeses en el siglo XVII y generalizado de forma masiva por los británicos en el XVIII. Al observar los problemas de salud y sociales vinculados con el consumo de opio, el gobierno imperial chino lo prohibió en 1829.
Los británicos comenzaron la producción de opio a mediados del siglo XVIII en la India en cantidades significativas, aprendieron el arte del estado mongol, quienes comerciaron con opio al menos desde el reino de Akbar (1556–1605), e iniciaron el comercio de opio por plata en el sur de la China. Los británicos observaron las grandes ganancias que potencialmente traería el mercado del opio (previamente dominado por Yakarta controlada por Holanda) al invadir Bengala en 1764. Las ganancias se acercaban al 400 por ciento y la amapola crecía casi en todas partes.
Las exportaciones de opio de los británicos crecieron vertiginosamente, de aproximadamente 15 toneladas en 1730 a 75 toneladas en 1773, embarcadas en más de dos mil cajas con 70 Kg de opio cada una.
Los productos triangulaban de la siguiente manera:
* Se transportaba el opio cultivado en Turquía y la India a la China.
* Se pagaba con opio las porcelanas, sedas y té. <<8
* Se llevaban a la Costa Este y a Inglaterra, en donde se pagaban y se iba a Turquía y la India para comprar más opio.
En la primavera de 1830, ante el alarmante y desenfrenado abuso del comercio del opio en la China, el Emperador Daoguang ordenó a Lin Hse Tsu que combatiera rápidamente esta plaga, y éste respondió atajando la corrupción del funcionariado imperial y ordenando la destrucción de más de 20.000 cajas de opio.
Lin Hse Tsu envió una carta a la Reina Victoria pidiéndole que respetara las reglas del comercio internacional no comerciando con drogas tóxicas.
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La Batalla de Verdún fue la más larga de la Primera Guerra Mundial, y la segunda más sangrienta tras la Batalla del Somme. En ella se enfrentaron los ejércitos francés y alemán entre el 21 de febrero y el 19 de diciembre de 1916, alrededor de Verdún, en el nordeste de Francia. El resultado fue de un cuarto de millón de muertos y alrededor de medio millón de heridos entre ambos bandos.
La batalla se popularizó por el famoso «¡No pasarán!» dicho por el comandante francés Robert Nivelle.
En el terreno donde se llevaron a cabo los enfrentamientos se construyó un memorial donde reposan mezclados los restos de miles de soldados de los dos países que no pudieron ser identificados.
La Batalla
La elección de Verdún fue decidida debido a que Verdún, dividida en dos por el río Mosa, era una antigua fortaleza que había sido considerada a lo largo de la historia de Francia como un paso vital para introducirse en el centro del país: era la más imponente de las construidas por Luis XIV, y había permitido a Joffre recobrarse en el Marne. Por todo esto, los franceses se verían obligados a defender la plaza con todas sus fuerzas. Además la plaza estaba muy debilitada debido a que gran parte de sus piezas de artillería habían sido desplazadas de sus fortalezas para la ofensiva de Champagne, las tropas se hallaban aletargadas y apenas había comunicaciones entre las fortalezas. Los alemanes habían reunido 140.000 hombres y unos 1.220 cañones de los mayores calibres para terminar de aniquilar este sector defensivo francés.
El ataque alemán se inició el 21 de febrero de 1916, con un retraso de varios días debido a las inclemencias meteorológicas. El 5.º Ejército alemán bombardeó con dos millones de bombas un terreno de 40 km durante dos días, causando unas 20.000 bajas a los franceses y conquistando una serie de aldeas en poco tiempo, lo que les permitió plantarse ante los fuertes que defendían la ciudad, siendo el más poderoso el más rápido en caer (Fort Douaumont), y controlando las líneas de suministro que llegaban desde el río Mosa. Los alemanes usaron lanzallamas contra las trincheras francesas. Este primer ataque duró hasta el 2 de marzo, y las pérdidas fueron considerables para ambos bandos.
Pese a estos exitosos avances alemanes, la defensa francesa, organizada ahora por Pétain, desarrolló un sistema de rotación de efectivos y armas, que unido a la superioridad aérea francesa y al uso de vehículos civiles para el abastecimiento por la única carretera que no había sido destruida, provocó que el avance frontal germano fuera imposible. Los alemanes entonces se dedicaron a atacar los flancos y se lanzaron hacia la colina de Le mort Homme y a la cota 304 el 6 de marzo, y el día 8 a Fort Vaux. En tres meses los alemanes capturaron Cumières y Chattancourt en el oeste de Verdún, y Fort Vaux en el este sobre el 2 de junio.
El temor a la derrota comenzaba a planear en ambos bandos debido a las incontables bajas que se estaban produciendo, y Pétain y el príncipe Guillermo comenzaron a ser desplazados por los más crueles Robert Georges Nivelle y Von Knobelsdorf.
El siguiente objetivo alemán fue Fort Souville. El 22 de junio bombardearon las defensas francesas con gas venenoso y al día siguiente atacaron con 60.000 hombres, ocupando la batería de Thiaumont y la villa de Fleury, pero fueron incapaces de tomar Souville, y la lucha se prolongó hasta el 6 de septiembre.
Inesperadamente, el avance germano tuvo que ser paralizado debido al ataque realizado por el general ruso Brusilov sobre los austríacos, que obligó a desplazar tres divisiones alemanas a la zona del ataque. La reanudación de la Batalla del Somme obligó a los alemanes a retirar algunas de sus piezas de artillería de Verdún para defenderse de la ofensiva anglo-francesa en el norte, justo en el momento en el que Pétain había solicitado a Joffre la retirada, y la moral francesa se encontraba por los suelos.
En otoño, los soldados alemanes estaban exhaustos, y el comandante en jefe Von Falkenhayn había sido reemplazado en favor de Paul von Hindenburg y por su co-comandante Erich Ludendorff.
Los franceses lanzaron una contraofensiva en octubre de 1916. Fort Douaumont fue bombardeada duramente y recuperada el 24 de octubre. El 2 de noviembre los alemanes perdieron Fort Vaux y se retiraron. La batalla terminó el 11 de diciembre cuando los franceses lograron que los alemanes retrocedieran a sus posiciones de febrero.
Consecuencias
Los alemanes consiguieron más bajas del lado francés, a pesar de superar en número de soldados a los franceses y haberse retirado. Las bajas fueron espantosas en ambos bandos debido a nuevos tipos de armas, como el lanzallamas y el gas venenoso.
En ambas naciones quedó un sentimiento de abatimiento a causa del enorme esfuerzo humano y bélico realizado para no obtener casi nada a cambio.
Momento de la muerte de un desconocido teniente francés, durante la batalla de Verdún. Las trincheras eran el único refugio contra los ataques con gas, lanzallamas y fuego de morteros. A intervalos regulares los soldados se vieron obligados a salir en oleadas hacia su muerte.
Fotografía aérea de la ciudad de Verdún y sus fuertes adyacentes siendo bombardeados por la artillería alemana.
La batalla se popularizó por el famoso «¡No pasarán!» dicho por el comandante francés Robert Nivelle.
En el terreno donde se llevaron a cabo los enfrentamientos se construyó un memorial donde reposan mezclados los restos de miles de soldados de los dos países que no pudieron ser identificados.
La Batalla
La elección de Verdún fue decidida debido a que Verdún, dividida en dos por el río Mosa, era una antigua fortaleza que había sido considerada a lo largo de la historia de Francia como un paso vital para introducirse en el centro del país: era la más imponente de las construidas por Luis XIV, y había permitido a Joffre recobrarse en el Marne. Por todo esto, los franceses se verían obligados a defender la plaza con todas sus fuerzas. Además la plaza estaba muy debilitada debido a que gran parte de sus piezas de artillería habían sido desplazadas de sus fortalezas para la ofensiva de Champagne, las tropas se hallaban aletargadas y apenas había comunicaciones entre las fortalezas. Los alemanes habían reunido 140.000 hombres y unos 1.220 cañones de los mayores calibres para terminar de aniquilar este sector defensivo francés.
El ataque alemán se inició el 21 de febrero de 1916, con un retraso de varios días debido a las inclemencias meteorológicas. El 5.º Ejército alemán bombardeó con dos millones de bombas un terreno de 40 km durante dos días, causando unas 20.000 bajas a los franceses y conquistando una serie de aldeas en poco tiempo, lo que les permitió plantarse ante los fuertes que defendían la ciudad, siendo el más poderoso el más rápido en caer (Fort Douaumont), y controlando las líneas de suministro que llegaban desde el río Mosa. Los alemanes usaron lanzallamas contra las trincheras francesas. Este primer ataque duró hasta el 2 de marzo, y las pérdidas fueron considerables para ambos bandos.
Pese a estos exitosos avances alemanes, la defensa francesa, organizada ahora por Pétain, desarrolló un sistema de rotación de efectivos y armas, que unido a la superioridad aérea francesa y al uso de vehículos civiles para el abastecimiento por la única carretera que no había sido destruida, provocó que el avance frontal germano fuera imposible. Los alemanes entonces se dedicaron a atacar los flancos y se lanzaron hacia la colina de Le mort Homme y a la cota 304 el 6 de marzo, y el día 8 a Fort Vaux. En tres meses los alemanes capturaron Cumières y Chattancourt en el oeste de Verdún, y Fort Vaux en el este sobre el 2 de junio.
El temor a la derrota comenzaba a planear en ambos bandos debido a las incontables bajas que se estaban produciendo, y Pétain y el príncipe Guillermo comenzaron a ser desplazados por los más crueles Robert Georges Nivelle y Von Knobelsdorf.
El siguiente objetivo alemán fue Fort Souville. El 22 de junio bombardearon las defensas francesas con gas venenoso y al día siguiente atacaron con 60.000 hombres, ocupando la batería de Thiaumont y la villa de Fleury, pero fueron incapaces de tomar Souville, y la lucha se prolongó hasta el 6 de septiembre.
Inesperadamente, el avance germano tuvo que ser paralizado debido al ataque realizado por el general ruso Brusilov sobre los austríacos, que obligó a desplazar tres divisiones alemanas a la zona del ataque. La reanudación de la Batalla del Somme obligó a los alemanes a retirar algunas de sus piezas de artillería de Verdún para defenderse de la ofensiva anglo-francesa en el norte, justo en el momento en el que Pétain había solicitado a Joffre la retirada, y la moral francesa se encontraba por los suelos.
En otoño, los soldados alemanes estaban exhaustos, y el comandante en jefe Von Falkenhayn había sido reemplazado en favor de Paul von Hindenburg y por su co-comandante Erich Ludendorff.
Los franceses lanzaron una contraofensiva en octubre de 1916. Fort Douaumont fue bombardeada duramente y recuperada el 24 de octubre. El 2 de noviembre los alemanes perdieron Fort Vaux y se retiraron. La batalla terminó el 11 de diciembre cuando los franceses lograron que los alemanes retrocedieran a sus posiciones de febrero.
Consecuencias
Los alemanes consiguieron más bajas del lado francés, a pesar de superar en número de soldados a los franceses y haberse retirado. Las bajas fueron espantosas en ambos bandos debido a nuevos tipos de armas, como el lanzallamas y el gas venenoso.
En ambas naciones quedó un sentimiento de abatimiento a causa del enorme esfuerzo humano y bélico realizado para no obtener casi nada a cambio.
Momento de la muerte de un desconocido teniente francés, durante la batalla de Verdún. Las trincheras eran el único refugio contra los ataques con gas, lanzallamas y fuego de morteros. A intervalos regulares los soldados se vieron obligados a salir en oleadas hacia su muerte.
Fotografía aérea de la ciudad de Verdún y sus fuertes adyacentes siendo bombardeados por la artillería alemana.
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Película.
La batalla del Somme julio-noviembre 1916
En los primeros meses de 1916 los británicos estaban planeando una gran ofensiva en el occidente para terminar con la Primera Guerra Mundial, conflicto que a esas alturas estaba despedazando con toda una generación. Para lograr esta empresa, el Ministro de Guerra, el General Horatio Herbert Kitchener, había formado un nuevo ejército reclutando voluntarios con una fuerte campaña de sensibilización en Gran Bretaña.
Pero en el campo de batalla, las nuevas tropas eran despreciadas por su inexperiencia. A pesar de ello, las nuevas tropas de Kitchener fueron enviadas a las riberas del río Somme, donde se iba producir la mayor ofensiva británica.
Británicos atacando una trinchera alemana Los hombres de Kitchener estaban lejos de ser un ejército realmente preparado para la guerra: muchas tropas estaban compuestos por "batallones de amigos", quienes pertenecían a una misma localidad. De éstos, la mayoría eran jóvenes universitarios o soldados retirados y jubilados, que iban a debutar en la guerra en las riberas del río Somme.
Aunque los expertos militares habían recomendado no utilizar esta zona por ser estratégicamente favorable a las defensas alemanas, se trató de remediar la desventaja con una intensa lluvia de artillería durante la semana previa al ataque.
La artillería británica bombardeó las trincheras alemanas durante cinco días y noches con la intención de destruir su sistema defensivo; al mismo tiempo, mineros escoceses excavaban túneles debajo de las trincheras para insertar grandes bombas. Tremenda operación (aproximadamente un millón de piezas) fue fácilmente detectada por los alemanes días antes, reforzando la posición hasta quedar listo incluso antes que se disparara el primer cañón. Se llegaron a construir subterráneos de 12 metros donde la vida era por lo menos cómoda.
En un frente de 16 kilómetros el IV Ejército de Rowlinson, el III ejército de Allenby, y un apoyo de caballería de Haig (quien quería utilizar caballos porque tal vez era su última oportunidad para protagonizar una batalla), estaban listos para la acción asumiendo que la artillería había aniquilado la resistencia alemana.
La excesiva confianza británica hizo que surgieran los errores que horas después causarían el desastre. El 30 de junio fue el último día de bombardeos, pero los reportes mostraban que el daño era escaso: incluso el alambrado alemán en la tierra de nadie estaba intacta y el terreno estaba lleno de cráteres producidos por su propia artillería. Rowlinson desechó esta información y mandó a sus hombres a caminar, y no correr, hacia las líneas enemigas que los estaban esperando con sus ametralladoras. La razón de la decisión, la inexperiencia de sus soldados para realizar este tipo de operaciones que hizo a Rowlinson desconfiar de ellos para un ataque rápido. Esta orden le costó la vida a decenas de miles de jóvenes.
Los alemanes esperaban la ofensiva británica con sus ametralladoras En las primeras horas del sábado 1 de julio de 1916 todo estaba listo. A las 7:05 de la mañana las bombas subterráneas estallaron y 25 minutos después comenzó el ataque. La marcha de los soldados británicos fue inmediatamente aplastada por ametralladoras alemanas, a sólo segundos de iniciada la caminata. En minutos, varias compañías habían desaparecido por completo. Un regimiento sólo pudo avanzar 20 metros y en tres minutos habían perdido más de 150 hombres por una sola ametralladora.
Los hombres que llegaron a los alambrados se vieron atrapados al enredarse, siendo puestos fuera de combate por el fuego enemigo. Tuvieron que caminar hasta la entrada de los cráteres formados por las bombas subterráneas, entrar y escalarlos; al salir, más alemanes los estaban esperando continuando la matanza: y los soldados que llegaban a la colina veían espantados sus propias líneas de ataque y suministros, totalmente expuestos a un enemigo que seguía aniquilando a los que caminaban hacia su muerte. Toda esta tragedia ocurrió en cuestión de minutos.
Sólo la XXXVI división irlandesa al mando de Ulster tuvo relativo éxito en aquellos primeros momentos de lucha, pero se vieron abandonados por no tener acceso a los suministros. La XXX división llegó a Mountaban y por el norte el III ejército de Allenby rodeó Gommecourt. La diferencia radicó en que éstos corrieron en lugar de caminar logrando un gran avance, pero el daño estaba hecho: a las 8:30 a.m. (una hora después del ataque), los británicos habían sufrido 30000 bajas, para el mediodía, 50000. Al terminar el día, fueron 67000 los caídos.
Increíblemente dos días después de la batalla los generales británicos recién tuvieron noticia de la masacre. Hechos como éstos fueron los que alimentaron la realidad de la enorme distancia y percepción de la realidad entre muchos generales y soldados durante la Primera Guerra Mundial.
La batalla del Somme duró hasta mediados de noviembre, no porque alguno de los bandos salió vencedor sino porque la nieve del invierno hizo imposible seguir luchando. Para un avance de apenas 11 kilómetros de tierra carcomida por las bombas, murieron 420000 soldados británicos, 200000 franceses y 500000 alemanes.
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La primera batalla del Marne (conocida también como milagro del Marne) fue una batalla de la Primera Guerra Mundial combatida en el frente occidental desde el 5 al 12 de septiembre de 1914. El evento constituyó un punto de cambio en el curso de toda la guerra ya que marcó el fallo del Plan Schlieffen alemán, y, por cuatro años, el fin de la guerra de movimientos.
Desarrollo
A fines de agosto de 1914, todo el ejército aliado, constituido esencialmente por el ejército francés reforzado por el Cuerpo de expedición británico, había sido obligado a la retirada hacia París tras varias derrotas de la Batalla de las fronteras, mientras que los dos principales ejércitos alemanes penetraban en Francia. París misma estuvo a punto de caer.
Sir John French, comandante del cuerpo de expedición británico, inició los planes de la retirada general británica a las ciudades portuales de La Mancha para una evacuación del continente. El gobernador militar de París, Joseph Simon Gallieni encontró a Lord Kitchener para proponerle un contraataque común (en esta fase de la guerra no existía todavía un mando único centralizado entre los aliados) apenas los alemanes llegaran al Marne.
El 2 de septiembre la extrema derecha alemana se había dirigido al sur, amenazando rodear los ejércitos aliados que se retiraban desde Lorena. El general Joffre había preparado un nuevo ejército en París, el 6o, comandado por el general Maunoury: Gallieni propuso emplearlo para realizar un ataque en el flanco oeste del ejército alemán de von Kluck, a partir del Marne, para Nanteuil-le-Haudouin y Meaux, el 5 de septiembre.
Atacada a su vez en fuerzas el 7 de septiembre, el 6o ejército logró resistir dos días más gracias, entre otras cosas, al envío urgente de 10,000 hombre de la guarnición de París efectuado con la requisición de todos los medios motorizados presentes en la capital; en la memoria colectiva quedó sobre todo la imagen espectacular y increíble para la época de 670 automóviles, la mayoría taxis modelo Renault AG de color rojo, reunidos ante el Hôtel des Invalides, en el que fue uno de los primeros usos de tropas motorizadas. El aporte de los refuerzos de París ha sido descrito como fundamental en la economía de la batalla, sin embargo, considerando el número de los combatientes y la entidad de las pérdidas cotidianas (alrededor de 50,000), parece poco lógico ver en este hecho sólo un valor propagandístico.
Finalmente el 9 de septiembre, el 6o ejército, derrotado, se retiró tras el Marne. Von Kluck cometió el error de ir en su busca, pero la avanzada creó una brecha de 50 kilómetros con el 2o ejército de Karl von Bülow, que se encontraba a su derecha; aprovechando esta situación el 5o ejército francés y las dos divisiones del cuerpo de expedición británico penetraron atacando a los dos ejércitos alemanes en los lados que tenían descubiertos.
Desorganizados por la maniobra, maniatados por las anteriores avanzadas, ligeramente inferiores en número, los alemanes fueron obligados a replegarse hacia el río Aisne el 13 de septiembre. La batalla posterior (13-28 de septiembre) hecha de ataques y contraataques recíprocos, aclaró a ambos ejércitos rivales la imposibilidad de una avanzada frontal de ímpetu, ya que tenían frente a sí un sistema de trincheras aun cuando solo estuviera esbozado.
El golpe de detención dado a los ejércitos alemanes más poderosos marcó el fin del plan Schlieffen. Sin embargo, según lo afirmado por el general Chambe, entonces joven oficial de caballería, se trató de una batalla vencida pero no de una victoria perdida. En efecto, si los ejércitos franco-británicos lograron el objetivo de detener la avanzada alemana y de rechazarla, no fueron capaces de sacar fruto de la ventaja conseguida y alejar al enemigo de su territorio, sino solo algunos kilómetros hacia el norte.
Soldados Alemanes, se preparan para iniciar un ataque
suicida a una Posición Francesa, en Marne, Septiembre
de 1914.
La segunda batalla.
Segunda batalla del Marne, o Batalla de Reims (15 de julio a 5 de agosto, 1918) era la ofensiva alemana principal pasada en Frente occidental. Falló cuando un contraataque aliado conducido por las fuerzas francesas abrumó a alemanes, infligiendo muertes severas.
Después de las faltas del Ofensiva del resorte para terminar la guerra, Erich Ludendorff, Principal regla militar Intendente-General y virtual de Alemania, creída que un ataque a través Flandes daría a Alemania una victoria decisiva sobre Fuerza expedicionaria británica (BEF), la fuerza aliada más potente en el frente occidental en aquel momento. Para blindar sus intenciones y dibujar a tropas aliadas lejos de Bélgica, Ludendorff planeó para un ataque de diversión grande a lo largo del Marne.
La batalla comenzó encendido 15 de julio cuando 23 divisiones alemanas de los primeros y terceros ejércitos, conducidas por Mudra y Karl von Einem, asaltado el cuarto ejército francés debajo General Gouraud al este de Reims. Mientras tanto, 17 divisiones del séptimo ejército alemán, debajo de Boehm, ayudado por el noveno ejército debajo de Eben, atacaron a sexto ejército francés conducido por Degoutte a al oeste de Reims. Ludendorff esperaba partir a los franceses en dos.
El cuerpo británico XXII y 85.000 tropas americanas ensamblaron a franceses para la batalla. El ataque alemán a al este de Reims fue parado contra el primer día, pero el ataque al oeste se rompió a través del sexto ejército francés y avanzó nueve millas ante el noveno ejército francés, ayudado por americano, británico, y las tropas italianas, atascaron el avance el 17 de julio.
La falta alemana de romperse con incitado Ferdinand Foch, el comandante supremo aliado, autorizar una contraofensiva importante encendido 18 de julio; 24 divisiones francesas, unidas por otras tropas aliadas incluyendo 8 divisiones grandes de los E.E.U.U., y 350 tanques atacaron el saliente alemán recientemente formada. Los franceses eran enteramente acertados, con el décimo ejército de Mangin y ejército de Degoutte el sexto avanzando cinco millas en el primer día solamente. El quinto ejército de Berthelot y el ejército de Eben noveno lanzaron ataques adicionales en el oeste. Los alemanes pidieron un retratamiento el 20 de julio y fueron forzados hasta el final de nuevo a las posiciones donde habían comenzado sus ofensivas del resorte anterior en el año. El contraataque aliado se acabó encendido 6 de agosto cuando son bien-atrincheradas las tropas alemanas lo molieron a un alto.
La derrota alemana desastrosa conducida a la cancelación de la invasión prevista de Ludendorff de Flandes y era el primer paso en una serie de Victorias aliadas eso terminó la guerra.
Desarrollo
A fines de agosto de 1914, todo el ejército aliado, constituido esencialmente por el ejército francés reforzado por el Cuerpo de expedición británico, había sido obligado a la retirada hacia París tras varias derrotas de la Batalla de las fronteras, mientras que los dos principales ejércitos alemanes penetraban en Francia. París misma estuvo a punto de caer.
Sir John French, comandante del cuerpo de expedición británico, inició los planes de la retirada general británica a las ciudades portuales de La Mancha para una evacuación del continente. El gobernador militar de París, Joseph Simon Gallieni encontró a Lord Kitchener para proponerle un contraataque común (en esta fase de la guerra no existía todavía un mando único centralizado entre los aliados) apenas los alemanes llegaran al Marne.
El 2 de septiembre la extrema derecha alemana se había dirigido al sur, amenazando rodear los ejércitos aliados que se retiraban desde Lorena. El general Joffre había preparado un nuevo ejército en París, el 6o, comandado por el general Maunoury: Gallieni propuso emplearlo para realizar un ataque en el flanco oeste del ejército alemán de von Kluck, a partir del Marne, para Nanteuil-le-Haudouin y Meaux, el 5 de septiembre.
Atacada a su vez en fuerzas el 7 de septiembre, el 6o ejército logró resistir dos días más gracias, entre otras cosas, al envío urgente de 10,000 hombre de la guarnición de París efectuado con la requisición de todos los medios motorizados presentes en la capital; en la memoria colectiva quedó sobre todo la imagen espectacular y increíble para la época de 670 automóviles, la mayoría taxis modelo Renault AG de color rojo, reunidos ante el Hôtel des Invalides, en el que fue uno de los primeros usos de tropas motorizadas. El aporte de los refuerzos de París ha sido descrito como fundamental en la economía de la batalla, sin embargo, considerando el número de los combatientes y la entidad de las pérdidas cotidianas (alrededor de 50,000), parece poco lógico ver en este hecho sólo un valor propagandístico.
Finalmente el 9 de septiembre, el 6o ejército, derrotado, se retiró tras el Marne. Von Kluck cometió el error de ir en su busca, pero la avanzada creó una brecha de 50 kilómetros con el 2o ejército de Karl von Bülow, que se encontraba a su derecha; aprovechando esta situación el 5o ejército francés y las dos divisiones del cuerpo de expedición británico penetraron atacando a los dos ejércitos alemanes en los lados que tenían descubiertos.
Desorganizados por la maniobra, maniatados por las anteriores avanzadas, ligeramente inferiores en número, los alemanes fueron obligados a replegarse hacia el río Aisne el 13 de septiembre. La batalla posterior (13-28 de septiembre) hecha de ataques y contraataques recíprocos, aclaró a ambos ejércitos rivales la imposibilidad de una avanzada frontal de ímpetu, ya que tenían frente a sí un sistema de trincheras aun cuando solo estuviera esbozado.
El golpe de detención dado a los ejércitos alemanes más poderosos marcó el fin del plan Schlieffen. Sin embargo, según lo afirmado por el general Chambe, entonces joven oficial de caballería, se trató de una batalla vencida pero no de una victoria perdida. En efecto, si los ejércitos franco-británicos lograron el objetivo de detener la avanzada alemana y de rechazarla, no fueron capaces de sacar fruto de la ventaja conseguida y alejar al enemigo de su territorio, sino solo algunos kilómetros hacia el norte.
Soldados Alemanes, se preparan para iniciar un ataque
suicida a una Posición Francesa, en Marne, Septiembre
de 1914.
La segunda batalla.
Segunda batalla del Marne, o Batalla de Reims (15 de julio a 5 de agosto, 1918) era la ofensiva alemana principal pasada en Frente occidental. Falló cuando un contraataque aliado conducido por las fuerzas francesas abrumó a alemanes, infligiendo muertes severas.
Después de las faltas del Ofensiva del resorte para terminar la guerra, Erich Ludendorff, Principal regla militar Intendente-General y virtual de Alemania, creída que un ataque a través Flandes daría a Alemania una victoria decisiva sobre Fuerza expedicionaria británica (BEF), la fuerza aliada más potente en el frente occidental en aquel momento. Para blindar sus intenciones y dibujar a tropas aliadas lejos de Bélgica, Ludendorff planeó para un ataque de diversión grande a lo largo del Marne.
La batalla comenzó encendido 15 de julio cuando 23 divisiones alemanas de los primeros y terceros ejércitos, conducidas por Mudra y Karl von Einem, asaltado el cuarto ejército francés debajo General Gouraud al este de Reims. Mientras tanto, 17 divisiones del séptimo ejército alemán, debajo de Boehm, ayudado por el noveno ejército debajo de Eben, atacaron a sexto ejército francés conducido por Degoutte a al oeste de Reims. Ludendorff esperaba partir a los franceses en dos.
El cuerpo británico XXII y 85.000 tropas americanas ensamblaron a franceses para la batalla. El ataque alemán a al este de Reims fue parado contra el primer día, pero el ataque al oeste se rompió a través del sexto ejército francés y avanzó nueve millas ante el noveno ejército francés, ayudado por americano, británico, y las tropas italianas, atascaron el avance el 17 de julio.
La falta alemana de romperse con incitado Ferdinand Foch, el comandante supremo aliado, autorizar una contraofensiva importante encendido 18 de julio; 24 divisiones francesas, unidas por otras tropas aliadas incluyendo 8 divisiones grandes de los E.E.U.U., y 350 tanques atacaron el saliente alemán recientemente formada. Los franceses eran enteramente acertados, con el décimo ejército de Mangin y ejército de Degoutte el sexto avanzando cinco millas en el primer día solamente. El quinto ejército de Berthelot y el ejército de Eben noveno lanzaron ataques adicionales en el oeste. Los alemanes pidieron un retratamiento el 20 de julio y fueron forzados hasta el final de nuevo a las posiciones donde habían comenzado sus ofensivas del resorte anterior en el año. El contraataque aliado se acabó encendido 6 de agosto cuando son bien-atrincheradas las tropas alemanas lo molieron a un alto.
La derrota alemana desastrosa conducida a la cancelación de la invasión prevista de Ludendorff de Flandes y era el primer paso en una serie de Victorias aliadas eso terminó la guerra.
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La reconcentración de campesinos se implementó por primera vez en Cuba cuando el tiempo de la colonia, por el gobernador Valeriano Weyler, 1896.Casi 70 años después, los comunistas que tomaron el poder pusieron de nuevo en practica esta horrenda e inhumana acción, para restarle logística a las guerrillas democráticas del Escambray. Estos humildes guajiros (campesinos), fueron hacinados en lugares apartados al otro extremo de la Isla, en lo que se dio en llamar, "Los pueblos cautivos de Pinar del Río".
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Alfonso XIII, fue un personaje que vivió siempre atormentado por la desgracia, que se cebó con él. Hasta su muerte se produjo de forma trágica: el Duque de Cádiz, recordará el lector, murió decapitado, aunque no en el cadalso de París por obra de los revolucionarios, como alguno de sus antepasados, sino en una pista de esquí, a causa de un cable mal colocado. En los últimos años de su vida tuvo que hacer frente al fallecimiento de su hijo menor, Gonzalo, muerto en un accidente de tráfico que casi cuesta la vida a todos los ocupantes del vehículo siniestrado; incluso a él mismo, que era quien conducía.
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Convento Dominico
Se produce la desamortización de Mendizábal, y más concretamente, cuando se efectúa el inventario con motivo de la supresión del convento dominico, el 28 de abril de 1836, se sabe qué imágenes se hallaban entronizadas en el retablo.
Convento Franciscano.
Real Convento Franciscano de la Inmaculada Concepción.
Direccion: Plaza de San Francisco.
El monasterio sufrió la desamortización de 1835 y fue abandonado. La iglesia presenta un exterior con muros de mampostería y espadaña y un interior en el que destacan imágenes talladas por artistas flamencos, canarios, sevillanos y americanos.
Se produce la desamortización de Mendizábal, y más concretamente, cuando se efectúa el inventario con motivo de la supresión del convento dominico, el 28 de abril de 1836, se sabe qué imágenes se hallaban entronizadas en el retablo.
Convento Franciscano.
Real Convento Franciscano de la Inmaculada Concepción.
Direccion: Plaza de San Francisco.
El monasterio sufrió la desamortización de 1835 y fue abandonado. La iglesia presenta un exterior con muros de mampostería y espadaña y un interior en el que destacan imágenes talladas por artistas flamencos, canarios, sevillanos y americanos.
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Dónde vas Alfonso XII
Dónde vas triste de ti
Voy en busca de Mercedes
Que ayer tarde no la vi
Si Mercedes ya se ha muerto
Muerta está que yo la vi
Cuatro duques la llevaban
Por las calles de Madrid
Su carita era de cera
Sus manitas de marfil
Y el mantón que la cubría
Era rico carmesí
Las farolas de palacio
Ya no quieren alumbrar
Porque se ha muerto Mercedes
Y luto quieren llevar
Los caballos de palacio
Ya no quieren pasear
Porque se ha muerto Mercedes
Y luto quieren llevar
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El Sahara Occidental (antiguo Sahara Español) es un territorio de África situado en el extremo occidental del desierto del Sahara, a orillas del océano Atlántico. Es uno de los dieciséis territorios no autónomos bajo supervisión del Comité de Descolonización de las Naciones Unidas, con el fin de eliminar el colonialismo. Su proceso de descolonización fue interrumpido en 1976, cuando su antigua potencia colonial, España, abandonó el Sahara occidental en manos de Marruecos y Mauritania (conforme a lo dispuesto en los Acuerdos de Madrid). Su suelo se encuentra ocupado actualmente casi en su totalidad por Marruecos, aunque la soberanía marroquí sobre el mismo no es reconocida por las Naciones Unidas y es rechazada por el grupo armado Frente Polisario, que proclamó su independencia en 1976 creando el estado de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) que hasta el momento ha sido reconocido por 82 países. La RASD administra de facto la zona del Sahara Occidental no controlada por Marruecos, que denomina oficialmente al territorio como sus Provincias Meridionales. Por otro lado, Mauritania ocupa la ciudad sureña de La Agüera.
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Aquel invierno de 1870 fue muy crudo en España. Navidades cubiertas de nieve. Entonces las nevadas eran monumentales al no existir radiación de calor como ocurre en la actualidad.
Y aquella noche, el Presidente del Gobierno se preparaba para ir al Ministerio y despachar algunos asuntos pendientes. Había recibido tres asnónimos amenazadores, en el último de los cuales le advertían que su fin estaba próximo. Por consejo de su esposa Doña Francisca Agüero, dama mejicana, que estaba muy asustada, se había puesto una cota de malla (los chalecos antibalas de aquellos tiempos) bajo la ropa.
El no lo tomó muy en serio, acostumbrado a tener "baraka" como le decían los norteafricanos cuando estuvo en la campaña de Marruecos. "No se ha fundido aún la bala que pueda matarme", acostumbraba decir. En los combates, y tuvo muchos, fue siempre a la cabeza sin preocuparle las balas que silbaban a su alrededor. Otra de sus frases era: "La bala que silba es que ha pasado".
Pero aquella noche no le cuenta a su esposa que tiene un mal presentimiento. Uno de sus buenos amigos, D. Bernardo García, Director del periódico "La Discusión" junto con otro de sus amigos, Ricrdo Muñiz con quien acababa de cenar sn el Ministerio, le habían advertido que existía una conjuración contra él.
Así pues, aquella tarde, se dirige hacia el Palacio de las Cortes. La sesión del Congreso duró hasta la noche de los cortos días invernales. Terminada su jornada, se disponía a regresar a su casa que era el propio Palacio del Ministerio de la Guerra.
Se le acercó un Diputado republicano, el Sr. García López que en voz baja le aconsejó que variara su ruta habitual. Se acercaron en esos momentos Sagasta y Herrero de Tejada que conversaron brevemente con él. Fuera, en la calle, nevaba intensamente. El coche de caballos del General esperaba en la puerta de Congreso, en la calle de Floridablanca.
Cuando se acercaba a la salida, estaba el Diputado Paul y Angulo calentándose en una estufa cerca de la salida para quitarse el frío. Este Paúl y Angulo, alcohólico y depravado, había sido en tiempos muy amigo de Prim, pero ahora era su mayor enemigo. Era periodista y atacaba al General continuamente por el periódico "El Combate" incluso en uno de sus artículo había escrito: "Hay que matarle como a un perro".
El General, a sabiendas de que aquel hombre le odiaba, le dijo cordialmente: "¿Por qué no viene con nosotros a Cartagena para recibir al nuevo Rey?".
Paul y Angulo le miró con odio reconcentrado reflejado en sus ojos y en todo su rostro picado de viruelas que contrajo durante su permanencia en la cárcel de Jerez y esclamó: "Mi General, a cada uno le llega su San Martín".
En aquel momento se levantó un tal Montesinos que formaba parte del grupo republicano de las Cortes que dirigía Paul y Angulo y que estaba con éste calentándose en la Portería del Congreso y se dirigió sin decir palabra hacia la calle del Sordo (hoy calle de Zorrilla).
Al General le acompañaban sus dos ayudantes, Moya y González Nandín que subieron con él al coche. Eran las 7:30 p.m. A pesar de las advertencias Prim siguio su ruta acostumbrada. Es notable que no hubiese un solo policía, de los que tenía para su seguridad, en todo el trayecto. De la calle del Sordo entraron en la calle del Turco (hoy llamada Marqués de Cubas), y cuando iba a salir a la calle de Alcalá donde desemboca, vió el conductor que había dos coches que obstruían el paso, lo que le obligó a detenerse.
De pronto, como si saliesen de las sombras, surgieron dos grupos de hombres cubiertos con largas capas y armado con trabucos que se situaron a ambos lados del coche de Prim. González Nandín que se había dado cuenta de lo que se les venía encima, avisó a Prim: "¡Mi General, tenga cuidado!". Por su parte, el ayudante Moya gritó: "Mi General, nos hacen fuego!"
Sonaron unos vidrios rotos de una de las portezuelas que quedó rota y una boca de fuego amenazadora disparó a quemarropa sobre el General Prim. Había tres hombres por cada lado, y Prim y su gente oyeron una voz que venía del grupo de la derecha, una voz ronca, inconfundible, que Prim reconoció muy bien. Esra voz gritó en la obscuridad: "¡Fuego, puñeta, fuego!". Los asesinos obedecieron y descargaron sus trabucos. La misma voz, gritó: "¡Ahora vosotros!". Otro de ellos exclamó: ¡"Prepárate, vas a morir!".
Esta vez y aunque ante la advertencia de sus ayudantes, Prim se había replegado en su asiento como buscando protección, la nueva descarga hirió al General en el hombro, en el brazo izquierdo y en la mano derecha. Los asesinos habían disparado ocho tiros a quemarropa, tanto es así que Prim tenía los granos de pólvora clavados en su carne, el típico tatuaje de los disparos hechos muy de cerca.
Al ver lo que estaba sucediendo, el conductor había lanzado los caballos contra el obstáculo, derribando a uno de los coches de alquiler que habían traído los asesinos. Atravesó la barrera, dirigiéndose (cruzando la calle de Alcalá) hasta la calle de Barquillo por donde tenía la puerta el Ministerio de la Guerra (Palacio de Buenavista)(x).
Mientras tanto, los asesinos habían huído hacia el Paseo del Prado, donde tenían caballos preparados, huyendo en ellos.
Prim, desangrándose tuvo aún entereza para subir las escaleras que conducían a su vivienda, agarrándose con la mano herida al pasamanos y dejando un reguero de sangre a su paso. Su esposa, que oyó algo en el silencio de la noche, llena de ansiedad, salió a su paso. Moya y González Nandín que habían salido levemente heridos, le acompañaban. Nandín había sufrido una herida más seria en la mano derecha.
Tendieron al General en su cama y avisaron con urgencia a un médico. Llegaron enseguida el Dr. Vicente y el Dr. Losada que hizo una cura más radical. "¡Veo la muerte!" exclamó Prim cuando le preguntó el médico cómo se sentía.
Las heridas no eran realmente tan graves. Hoy día Prim hubiera curado, pero dos días después comenzó una infección con temperatura elevada y delirio. El General había dicho a sus ayudantes: "¡Aquella voz que ordenó disparar, aquellas voz era sin duda la de Paúl y Angulo!"
Los dos médicos que le veían llamaron en consulta al eminente Dr. Federico Rubio, que vino acompañado por el Diputado D. Ricardo Muñiz, gran amigo de Prim. El Regente y los Ministros habían acudido en cuanto se enteraron del atentado y pasaron la noche velando al herido.
Los comunicados de prensa, mucha veces contradictorios, señalaban que los proyectiles habían sido extraídos por los médicos y añadían que no había complicaciones. "El Imparcial" decía que Prim había recibido 8 balazos en el hombro de los cuales habían sido extraídos siete. Hubo que amputarle parte de un dedo y seguramente perdería otro dedo.
El Almirante Topete se había hecho cargo del Ministerio de Estado y el de Guerra con la Presidencia y el Sr. Ayala del Ministerio de Ultramar.
Al día siguiente le fue levantada la cura al herido asegurando los comunicados de prensa que el estado del herido era satisfactorio.
Cuando vieron el coche de Prim, que hoy día se conserva en el Museo del Ejército, observaron que tenía hasta 15 orificios y en el gabán que vestía Prim, hasta 12 agujeros. Seguramente la cota de malla debió
detener mucha metralla. Sin embargo, la agencia de noticias FABRA
anunciaba el 30 de diciembre de 1871 que el estado del General Prim se había agravado y poco después: "El General Prim ha fallecido esta noche".
Antes de morir, el Presidente había dicho a su amigo Montero Ríos con voz débil: "Me cuesta la vida pero queda el Monarca".
"¿Qué día es hoy?" preguntó con voz desfallecida el ilustre político.
"Treinta", le contestó su amigo.
"¡"Treinta...! Y el Rey llega y yo me muero... ¡Viva el Rey!".
Y aquella noche, el Presidente del Gobierno se preparaba para ir al Ministerio y despachar algunos asuntos pendientes. Había recibido tres asnónimos amenazadores, en el último de los cuales le advertían que su fin estaba próximo. Por consejo de su esposa Doña Francisca Agüero, dama mejicana, que estaba muy asustada, se había puesto una cota de malla (los chalecos antibalas de aquellos tiempos) bajo la ropa.
El no lo tomó muy en serio, acostumbrado a tener "baraka" como le decían los norteafricanos cuando estuvo en la campaña de Marruecos. "No se ha fundido aún la bala que pueda matarme", acostumbraba decir. En los combates, y tuvo muchos, fue siempre a la cabeza sin preocuparle las balas que silbaban a su alrededor. Otra de sus frases era: "La bala que silba es que ha pasado".
Pero aquella noche no le cuenta a su esposa que tiene un mal presentimiento. Uno de sus buenos amigos, D. Bernardo García, Director del periódico "La Discusión" junto con otro de sus amigos, Ricrdo Muñiz con quien acababa de cenar sn el Ministerio, le habían advertido que existía una conjuración contra él.
Así pues, aquella tarde, se dirige hacia el Palacio de las Cortes. La sesión del Congreso duró hasta la noche de los cortos días invernales. Terminada su jornada, se disponía a regresar a su casa que era el propio Palacio del Ministerio de la Guerra.
Se le acercó un Diputado republicano, el Sr. García López que en voz baja le aconsejó que variara su ruta habitual. Se acercaron en esos momentos Sagasta y Herrero de Tejada que conversaron brevemente con él. Fuera, en la calle, nevaba intensamente. El coche de caballos del General esperaba en la puerta de Congreso, en la calle de Floridablanca.
Cuando se acercaba a la salida, estaba el Diputado Paul y Angulo calentándose en una estufa cerca de la salida para quitarse el frío. Este Paúl y Angulo, alcohólico y depravado, había sido en tiempos muy amigo de Prim, pero ahora era su mayor enemigo. Era periodista y atacaba al General continuamente por el periódico "El Combate" incluso en uno de sus artículo había escrito: "Hay que matarle como a un perro".
El General, a sabiendas de que aquel hombre le odiaba, le dijo cordialmente: "¿Por qué no viene con nosotros a Cartagena para recibir al nuevo Rey?".
Paul y Angulo le miró con odio reconcentrado reflejado en sus ojos y en todo su rostro picado de viruelas que contrajo durante su permanencia en la cárcel de Jerez y esclamó: "Mi General, a cada uno le llega su San Martín".
En aquel momento se levantó un tal Montesinos que formaba parte del grupo republicano de las Cortes que dirigía Paul y Angulo y que estaba con éste calentándose en la Portería del Congreso y se dirigió sin decir palabra hacia la calle del Sordo (hoy calle de Zorrilla).
Al General le acompañaban sus dos ayudantes, Moya y González Nandín que subieron con él al coche. Eran las 7:30 p.m. A pesar de las advertencias Prim siguio su ruta acostumbrada. Es notable que no hubiese un solo policía, de los que tenía para su seguridad, en todo el trayecto. De la calle del Sordo entraron en la calle del Turco (hoy llamada Marqués de Cubas), y cuando iba a salir a la calle de Alcalá donde desemboca, vió el conductor que había dos coches que obstruían el paso, lo que le obligó a detenerse.
De pronto, como si saliesen de las sombras, surgieron dos grupos de hombres cubiertos con largas capas y armado con trabucos que se situaron a ambos lados del coche de Prim. González Nandín que se había dado cuenta de lo que se les venía encima, avisó a Prim: "¡Mi General, tenga cuidado!". Por su parte, el ayudante Moya gritó: "Mi General, nos hacen fuego!"
Sonaron unos vidrios rotos de una de las portezuelas que quedó rota y una boca de fuego amenazadora disparó a quemarropa sobre el General Prim. Había tres hombres por cada lado, y Prim y su gente oyeron una voz que venía del grupo de la derecha, una voz ronca, inconfundible, que Prim reconoció muy bien. Esra voz gritó en la obscuridad: "¡Fuego, puñeta, fuego!". Los asesinos obedecieron y descargaron sus trabucos. La misma voz, gritó: "¡Ahora vosotros!". Otro de ellos exclamó: ¡"Prepárate, vas a morir!".
Esta vez y aunque ante la advertencia de sus ayudantes, Prim se había replegado en su asiento como buscando protección, la nueva descarga hirió al General en el hombro, en el brazo izquierdo y en la mano derecha. Los asesinos habían disparado ocho tiros a quemarropa, tanto es así que Prim tenía los granos de pólvora clavados en su carne, el típico tatuaje de los disparos hechos muy de cerca.
Al ver lo que estaba sucediendo, el conductor había lanzado los caballos contra el obstáculo, derribando a uno de los coches de alquiler que habían traído los asesinos. Atravesó la barrera, dirigiéndose (cruzando la calle de Alcalá) hasta la calle de Barquillo por donde tenía la puerta el Ministerio de la Guerra (Palacio de Buenavista)(x).
Mientras tanto, los asesinos habían huído hacia el Paseo del Prado, donde tenían caballos preparados, huyendo en ellos.
Prim, desangrándose tuvo aún entereza para subir las escaleras que conducían a su vivienda, agarrándose con la mano herida al pasamanos y dejando un reguero de sangre a su paso. Su esposa, que oyó algo en el silencio de la noche, llena de ansiedad, salió a su paso. Moya y González Nandín que habían salido levemente heridos, le acompañaban. Nandín había sufrido una herida más seria en la mano derecha.
Tendieron al General en su cama y avisaron con urgencia a un médico. Llegaron enseguida el Dr. Vicente y el Dr. Losada que hizo una cura más radical. "¡Veo la muerte!" exclamó Prim cuando le preguntó el médico cómo se sentía.
Las heridas no eran realmente tan graves. Hoy día Prim hubiera curado, pero dos días después comenzó una infección con temperatura elevada y delirio. El General había dicho a sus ayudantes: "¡Aquella voz que ordenó disparar, aquellas voz era sin duda la de Paúl y Angulo!"
Los dos médicos que le veían llamaron en consulta al eminente Dr. Federico Rubio, que vino acompañado por el Diputado D. Ricardo Muñiz, gran amigo de Prim. El Regente y los Ministros habían acudido en cuanto se enteraron del atentado y pasaron la noche velando al herido.
Los comunicados de prensa, mucha veces contradictorios, señalaban que los proyectiles habían sido extraídos por los médicos y añadían que no había complicaciones. "El Imparcial" decía que Prim había recibido 8 balazos en el hombro de los cuales habían sido extraídos siete. Hubo que amputarle parte de un dedo y seguramente perdería otro dedo.
El Almirante Topete se había hecho cargo del Ministerio de Estado y el de Guerra con la Presidencia y el Sr. Ayala del Ministerio de Ultramar.
Al día siguiente le fue levantada la cura al herido asegurando los comunicados de prensa que el estado del herido era satisfactorio.
Cuando vieron el coche de Prim, que hoy día se conserva en el Museo del Ejército, observaron que tenía hasta 15 orificios y en el gabán que vestía Prim, hasta 12 agujeros. Seguramente la cota de malla debió
detener mucha metralla. Sin embargo, la agencia de noticias FABRA
anunciaba el 30 de diciembre de 1871 que el estado del General Prim se había agravado y poco después: "El General Prim ha fallecido esta noche".
Antes de morir, el Presidente había dicho a su amigo Montero Ríos con voz débil: "Me cuesta la vida pero queda el Monarca".
"¿Qué día es hoy?" preguntó con voz desfallecida el ilustre político.
"Treinta", le contestó su amigo.
"¡"Treinta...! Y el Rey llega y yo me muero... ¡Viva el Rey!".
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