Asesinato y repercusiones
El 12 de julio de 1936, José Castillo, teniente de la Guardia de Asalto, fue asesinado a tiros en la puerta de su casa. Las tesis apuntan a falangistas según los historiadores Paul Preston[28] y Gabriel Jackson.[29] aunque otros autores como Ian Gibson apuntan a carlistas pertenecientes al Tercio de requetés de Madrid.[30] En respuesta a este asesinato, los compañeros de Castillo asesinaron a José Calvo Sotelo. Años después, en 1941, el régimen franquista llevaría a cabo la Causa General (CG), dirigida por el dictador Francisco Franco, que sería utilizada como instrumento para la represión y que tenía fines propagandísticos como la legitimización de la sublevación en contra del Gobierno de la República.
Según la declaración de Lorenzo Aguirre Sánchez de 11 de marzo de 1941 para la CG, el 29 de junio de 1936, el Director general de Seguridad, José Alonso Mallol, le llamó para pedirle que se cambiase la escolta de Calvo Sotelo sustituyéndola por dos agentes masones y de izquierdas que lo vigilasen. Aguirre habría encomendado la tarea al agente José Garriga Pato, y éste eligiría como compañero al policía Rodolfo Serrano de la Parte, sin que la brigada de vigilancias políticas lo supiese.
Según la declaración de Serrano ante los tribunales franquistas el 2 de febrero de 1942, Aguirre habría transmitido a los nuevos escoltas, en nombre de Alonso Mallol, que en caso de atentado contra Calvo Sotelo, no debían protegerle, solo simular que lo hacían en caso de ser en un sitio céntrico, o rematarle en caso de ser en un descampado y la agresión fracasara.” Según la declaración de Joaquín Bau Nolla para la Causa General, las nuevas instrucciones habrían escandalizado a Serrano de la Parte, quien el 7 de julio se entrevistaría con él ya que era íntimo amigo de Calvo Sotelo.
En su libro de memorias, Gil-Robles afirma que Bau habría informado a Calvo Sotelo de que conspiraban para asesinarle, y este, se lo habría dicho a él, que afirma también tenía noticias similares sobre su propia escolta. Gil-Robles le habría aconsejado cambiarse de escolta en unas declaraciones de las que presumiblemente fue testigo Ventosa y en las que se advertía que se pretendía dejar impune el asesinato.[34] El día 8 Calvo Sotelo cambiaba de escolta, aunque al parecer no estaría esta formada por agentes de su confianza.
Julián Cortés Caballillas, ex-vicesecretario general del partido conservador Renovación Española, declaró en su libro sobre la muerte de Calvo Sotelo, que fue a visitarlo el 10 de julio para advertirle de un supuesto plan de asesinato que un agente suyo infiltrado en las filas del PSOE descubrió. Julián Cortés afirma en su libro que le pidió a Calvo Sotelo que aceptase una guardia personal de jóvenes paramilitares de su partido, pero que este lo rechazaría porque creía que era inútil, ya que supuestamente veía más probable que lo asesinase el gobierno a que lo hiciese un partido de izquierdas y que los guardias personales no podrían ir armados ya que serían detenidos por los propios agentes de la Policía que le daban escolta.”
El 12 de julio de 1936, asesinan a José Castillo. Clara Campoamor consideró dicho acto como un episodio más en la lucha entre radicales que actuaban al margen de la ley, y que dicho asesinato motivó al de Calvo Sotelo.
Auxiliado por el periodista Juan de Dios Fernández Cruz, que casualmente pasaba por el lugar, es trasladado a una casa de socorro cercana donde ingresa cadáver. Algunos compañeros de José Castillo, como Fernando Condés, juraron vengarse y organizaron un grupo con el propósito, al parecer, de matar al líder de la CEDA José María Gil-Robles, pero al no encontrar a éste en su domicilio se encaminaron al de José Calvo Sotelo, líder de Renovación Española.
Llegaron a su casa burlando a sus escoltas y con una orden de detención falsa. Calvo Sotelo quiso saber el motivo de la detención y argumentó que tenía inmunidad parlamentaria, pero se lo llevaron arrestado en una camioneta.
El guardia de Asalto Aniceto Castro declaró, el 15 de junio de 1939, a solo dos meses y medio de finalizar la guerra, para los tribunales franquistas de la Causa General, ser testigo presencial de los sucesos ocurridos a partir del momento en que Calvo Sotelo entró en la camioneta. Aniceto afirmó que delante iban sentados el chofer, el Capitán Condes y José del Rey. Aseguró estar junto a Calvo Sotelo y el guardia del Escuadrón de Seguridad en el cuarto banco y que detrás de ellos iría ‘el pistolero’, que sería Luis Cuenca, que a los pocos momentos de emprender la marcha efectuaría un disparo a Calvo Sotelo en la nuca, tras lo cual le dispararía una segunda vez. Aniceto afirmó que Condes y José del Rey se miraron sonrientes mientras ‘el pistolero’ exclamaba que ya había caido ‘uno de los de Castillo’. Aseguró que lo llevaron al Cementerio del Este y que lo dejaron dentro del recinto, bajo los cobertizos, en una acera próxima a la puerta de entrada. Finalmente, y tras planificar el encubrimiento del asesinato, dejarían al ‘pistolero’ en el cuartel de Pontejos, a donde entraría con el maletín del Sr. Calvo Sotelo y sería recibido por Burillo con un abrazo.
Aunque la propaganda nacional presentó el asesinato como un crimen de Estado, perpetrado por la guardia de Asalto, lo cierto es que los integrantes del cuerpo sirvieron tan sólo de comparsas, pues Fernando Condés, que estuvo al mando de la operación, no era guardia de asalto, sino capitán de la Guardia Civil e instructor de la Motorizada, y el autor del disparo, Luis Cuenca, pertenecía también a la Motorizada, habiéndose distinguido por la protección prestada a Prieto durante el mitin de Écija, en que fue agredido por los partidarios de Largo Caballero.
A las ocho de la mañana un personaje cuyo nombre no cita, pero que muy probablemente no era otro que Cuenca, informó al diputado y director de El Socialista, Julián Zugazagoitia, del crimen cometido. “Ese atentado es la guerra”, declaró Zugazagoitia, que llamó inmediatamente a Prieto, que se hallaba en Bilbao, para darle la noticia y aconsejarle que cogiese el primer tren hacia Madrid.[39] A las ocho y media fue el capitán Condés quien llamó desde la sede del PSOE al diputado Juan Simeón Vidarte pidiéndole una entrevista para comunicarle “algo grave, muy grave”. Cuando Vidarte llegó a la sede del PSOE le espetó sin más preámbulos: “Anoche matamos a Calvo Sotelo”. Vidarte, que le reprochó su comportamiento, le pregunto si disponía de un escondite seguro: “Si, puedo ocultarme en casa de la diputada Margarita Nelken. Allí no se atreverán a buscarme. El guardia que le acompaña, como vigilante, iba también en la camioneta.”[40] Condés, que siguió moviéndose por Madrid con la más absoluta impunidad, pese a que en la mañana del día 13 la mujer de Calvo Sotelo le identificó merced a una fotografía, tuvo también ocasión de hablar con Prieto tras su regreso a Madrid, a quien manifestó que estaba pensando en suicidarse: “Suicidarse –respondió Prieto- sería una estupidez. Van a sobrarle ocasiones de sacrificar heroicamente su vida en la lucha que, de modo ineludible, comenzará pronto, dentro de días o dentro de horas.”[41] El hecho de que tres diputados encubriesen a los autores del asesinato de otro parlamentario y se preocupasen por que pudieran permanecer escondidos, confesándolo sin tapujos en sus memorias, es buena prueba de hasta qué punto la España de 1936 se hallaba muy lejos de la normalidad política. A los pocos días de comenzar la guerra, el 25 de julio, el sumario instruido con motivo del asesinato fue sustraído del Tribunal Supremo, a punta de fusil, por miembros de las Milicias Socialistas.
En el entierro de Calvo Sotelo, Antonio Goicoechea pronunció un sentido discurso como epitafio a su compañero de partido:
No te ofrecemos que rogaremos a Dios por ti; te pedimos que ruegues tú por nosotros. Ante esa bandera colocada como una cruz sobre tu pecho, ante Dios que nos oye y nos ve, empeñamos solemne juramento de consagrar nuestra vida a una triple labor: imitar tu ejemplo, vengar tu muerte y salvar a España, que todo es uno y lo mismo; porque salvar a España será vengar tu muerte, e imitar tu ejemplo será el camino más seguro para salvar a España.
Tras el entierro los congregados trataron de marchar en manifestación hacia el centro de Madrid, y tras haber sido cacheados varios veces por guardias de Asalto fueron tiroteados por las fuerzas de seguridad cuando se hallaban en la confluencia de las calles Goya y Alcalá. Hubo cinco muertos y treinta y cuatro heridos. El capitán Gallego, y los tenientes España y Artal, de la guardia de Asalto, fueron detenidos por atreverse a protestar contra la brutal represión ejercida sobre manifestantes desarmados.
La falta por parte del Gobierno de una reacción enérgica contra los autores del crimen, y la persecución que acto seguido desató contra múltiples activistas de derechas para evitar sus posibles represalias, sirvió para decidir a muchos de quienes aún no se habían acabado de decidir a tomar parte en la sublevación organizada por Mola, y entre ellos, según cuenta su primo y ayudante el Francisco Franco Salgado-Araujo, al general Franco: “Con gran indignación, mi primo afirmó que ya no se podía esperar más y que perdía por completo la esperanza de que el gobierno cambiase de conducta al realizar este crimen de Estado, asesinando alevosamente a un diputado de la nación valiéndose de la fuerza de orden público a su servicio”.
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