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El 5 de enero se conmemoró el 88 aniversario del asesinato de la militante y activista polaca/alemana, Rosa Luxemburgo (RL). Su popularidad no llegó al nivel de Marx, Lenin, Trotski Stalin o Mao, pero su presencia en Europa y en Rusia fue muy importante, sobre todo en los debates contra el oportunismo de la II internacional, el centralismo a ultranza de Lenin, la traición del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) y la fundación del Partido Espartaquista. Nació en el año 1871 en Rusia, inició su activismo político en Varsovia, emigró a Zurich donde estudió ciencias naturales y se doctoró en economía política con la tesis: El desarrollo industrial de Polonia (1898). Se hizo alemana mediante el matrimonio con un obrero alemán. Se afilió al SPD alemán, y más tarde volvió a Varsovia para participar en la Revolución Rusa de 1905, donde fue detenida. Tras ser liberada impartió clases de economía política y escribió su voluminoso libro La acumulación del capital.
En el transcurso de la I Guerra Mundial, RL y Karl Liebknecht encabezaron la corriente más radicalizada y obrera del SPD, opuesta al sector moderado que apoyó los créditos de guerra propuestos por el Gobierno alemán. Combatió RL el revisionismo de Bernstein, en su obra Reforma o revolución. Su radical oposición a la entrada de Alemania a la guerra le llevó a ser encarcelada, y en prisión escribió su obra fundamental, La crisis de la socialdemocracia. A partir de 1916, Rosa Luxemburgo se encuadró en la corriente Spatakus, junto con otros ortodoxos como Liebknecht, Mehering, Zetkin. Las cada vez mayores diferencias que mantenían con la dirección, fundamentalmente por la polémica militarista, acabaron abocando a un amplio sector del Partido (cerca de un 30% de la organización) a escindirse en abril de 1917 en el Partido Socialdemócrata Alemán Independiente (USPD), en el que se integró el espartaquismo.
Rosa Luxemburgo planteó que el movimiento obrero no podía renunciar al fin revolucionario de acabar con el sistema capitalista y sustituirlo radicalmente por un orden netamente socialista. La táctica de luchar por reformas sólo tenía sentido como una estrategia para llegar a la revolución. En este punto difería radicalmente de Bernstein, quien decía que la izquierda debía aceptar la capacidad de adaptación del capitalismo, asumir que éste no iba a derrumbarse como consecuencia de sus propias contradicciones y actuar en consecuencia, es decir, apostar por la vía reformista y descartar definitivamente la opción revolucionaria. Mientras para Bernstein el fin era cada vez más inverosímil y lo importante era el medio, para Rosa los medios (la estrategia de conquistas sociales encuadradas en el sistema capitalista) sólo tenían sentido como parte de un plan más amplio que tendía hacia la revolución socialista.
El espartaquismo alemán reivindicó a Espartaco, el esclavo, guerrero y estratega que llegó a reunir un ejército de 5 mil luchadores contra la esclavitud. Aquel que, en los años 70 antes de nuestra era, puso en jaque al imperio romano buscando acabar con la esclavitud y, aunque no lo logró, dio inicio a esa gran batalla. En México el espartaquismo vivió unos 20 años (1957/ 1977), desde las luchas ideológicas al interior del Partido Comunista Mexicano y luego el Partido Obrero Campesino, encabezadas por la "célula Carlos Marx", hasta la aparición de la revista Autogestión, de abierta tendencia radicalizada y libertaria, el mismo año en que Reyes Heroles lanzó la llamada Reforma Política que abrió el registro de partidos de izquierda ofreciendo subsidios y diputaciones de partido. El espartaquismo, en sus primeros años, reivindicó el "marxismo/leninismo" frente a sus "deformadores" del PCM, el POC y el PPS.
Ingresé al espartaquismo después de estar en la "juventud comunista" los primeros años de la década de los sesenta. Fue el "chilango" Víctor García Mota quien, mediante mil argumentos, me demostró que el PCM sólo era un partido antiimperialista porque en México estaba aliado a un sector de la burguesía; él me convenció que el trabajo político que hacía en Yucatán era infructuoso y que debería vivir en la Ciudad de México. Promovió mi ingreso en 1965 a una escuela de cuadros, misma que me abrió el camino para asistir a círculos de estudios marxistas en 1966 en las casas de Enrique González Rojo, José Revueltas y Jaime Labastida. Allí conocí las revistas "Espartaco", "Revolución", "Perspectiva revolucionaria" y analizamos libros de Marx y de marxistas contemporáneos, entre ellos a Marcuse y Althuser. González impartía cursos de filosofía en la UNAM (a los que asistía) y Revueltas trabajaba en el edificio de la SEP, con Mauricio Magdaleno, en la secretaría de Cultura.
El libro más conocido del espartaquismo fue escrito por Revueltas: "El proletariado sin cabeza", en el que se demostraba que la clase obrera mexicana no había contado nunca con un partido que la encabezara porque los partidos que se proclamaban como sus "vanguardias" la traicionaban. En 1961, a raíz del ascenso de los jruchevianos Verdugo y Terrazas a la dirección del PCM (después de derrocar al stalinista Dionisio Encinas, que los acaudilló durante 20 años), el comité del DF encabezado por Guillermo Rousset, creó otra ala del espartaquismo después de salirse del PCM. En los hechos los partidos de izquierda, los medianos y pequeños, centraban su actividad política en los análisis marxistas y muchos no salían del trabajo político entre estudiantes de la UNAM. De la UNAM salió la mayoría de los activistas que trabajó dentro del movimiento obrero y campesino, así como en el gran movimiento médico de 1965 y estudiantil de 1968.
A raíz de la agudización de la polémica chino/soviética, en julio de1963 fue publicado un folleto de 90 páginas: "¿Así se forma la cabeza del proletariado?". En él vienen trabajos sobre la lucha interna entre fracciones encabezadas por dos parejas: José Revueltas y Eduardo Lizalde defendiendo al PCUS y la libertad para publicar en la prensa comercial; así como González Rojo y Jaime Labastida a favor de los chinos, combatiendo el liberalismo y defendiendo el centralismo democrático. La realidad es que en aquellos años esa polémica entre los grandes partidos comunistas de Rusia y China tuvo un gran peso en la política mundial. La guerra de liberación de Vietnam dependía del apoyo que pudieran proporcionar los llamados países socialistas contra la invasión yanqui a aquel pueblo. En esa polémica no solo participaban los partidos comunistas del mundo, sino que también intelectuales como Sastre, Bettelheim, Rosanda, Aron o Russel.
En 10 años (1966/1976) los espartaquistas mexicanos, en sus dos corrientes: Liga Comunista Espartaco y Partido Mexicano del Proletariado, junto a otras organizaciones trotskistas, maoístas y guevaristas, realizamos un trabajo político que se desarrolló en fábricas y sindicatos, pero también entre estudiantes y profesionistas de la UNAM. El movimiento estudiantil de 1968, la lucha del sindicato electricista (encabezado por Galván) por la titularidad del contrato, muchos apoyos a huelgas obreras y la lucha contra la represión desatada por el gobierno en la guerra sucia, fueron batallas en las que estuvo presente el espartaquismo. En 1977, con el registro y la legalización de los partidos que los llevó a la búsqueda de subsidios millonarios, cargos legislativos y espacios de los medios de información, aunado a la invasión de Checoslovaquia por la URSS en 1968 y lo sucedido en Vietnam después de la guerra, desapareció el espartaquismo en México.
La LCE sufrió un duro golpe en 1968 y principios de los setenta y el PMP después de 1977 tomó el camino de la autogestión. En aquellos años, mientras los trotskistas en sus diferentes corrientes publicaban los muy buenos periódicos La Internacional, Bandera Roja, El Socialista, Clave, Rojo, Bandera Roja y Bandera Socialista y la LOM publicaba Voz Obrera, los maoístas publicaban decenas de periódicos en fábricas y poblaciones. El PCM circulaba su revista Oposición y un periódico llamado Liberación. Entre los estudiantes se publicó la revista Perspectiva, mientras nosotros publicamos la revista Acción proletaria de 1970 a diciembre de 1975 y durante los años 1976 y 1977 la revista Autogestión. Después de aquellos años el espartaquismo sólo fue historia, aunque Rosa Luxemburgo sigue presente con sus polémicas contra el reformismo de la socialdemocracia y planteando frente al centralismo de Lenin, un partido de masas.
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