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El 22 de enero de 1905(9 de enero C.J.), día conocido como «Domingo Sangriento», hubo una marcha pacífica de protesta en San Petersburgo. El objetivo de la marcha era entregar al zar una petición de mejoras laborales, y la formaban familias trabajadoras enteras. Iba encabezada por un sacerdote, y no respondía a ninguna consigna política: era fundamentalmente obrera y campesina. Fue salvajemente aplastada por soldados de infantería y tropas cosacas, apostados enfrente del Palacio de Invierno, cobrándose un número de víctimas que aún hoy se discute; los periódicos del momento hablaron de miles. El zar, mientras tanto, no se encontraba en la ciudad; la había abandonado temiendo por su seguridad. La sangrienta represión provocó una oleada de protestas en toda Rusia: el divorcio entre el zar y la masa de campesinos y obreros abocaba a Rusia a lo peor.
Este suceso hizo posible que muchos elementos de la sociedad rusa emprendieran una protesta activa. Cada grupo tenía sus propios objetivos, e incluso dentro de clases similares no existía un liderazgo predominante. Los principales colectivos movilizados fueron los campesinos (razones económicas), los obreros (razones económicas y antiindustrialismo), los intelectuales y liberales (en lo concerniente a los derechos civiles), las fuerzas armadas (razones económicas) y grupos étnicos minoritarios (libertad cultural y política).
La situación económica de los campesinos era insostenible, sin embargo carecían de una dirección unificada, y sostenían un abanico de objetivos tan numeroso como las facciones existentes. Los levantamientos se multiplicaron durante todo el año, alcanzando máximos a principios de verano y en otoño, y culminando en noviembre. Los arrendatarios reivindicaban menores tasas, los asalariados mayores sueldos, y los propietarios mayores terrenos. Las actividades incluían la ocupación de tierras —acompañada a veces de violencia e incendios—, saqueo de latifundios y la caza y tala ilegales en los bosques. La magnitud del odio desencadenado tenía relación con la condición de los campesinos; así, en Livonia y Curlandia los campesinos sin tierra atacaron e incendiaron en abundancia, mientras que en Grodno, Kovno y Minsk, donde la situación era menos desesperada, hubo menos daños.
Tras los sucesos de 1905, las insurrecciones campesinas se repitieron en 1906 y durarían hasta 1908. Las concesiones por parte del gobierno fueron vistas como un apoyo tácito de la redistribución de la tierra, por lo que se produjeron nuevos ataques para forzar a los terratenientes y propietarios «no campesinos» a que huyeran. Creyendo que una reforma agraria era inminente, los campesinos quisieron aplicarla anticipadamente. Fueron firmemente reprimidos.
El medio de resistencia de los obreros era la huelga. Se produjeron huelgas masivas en San Petersburgo inmediatamente después del Domingo Sangriento. Más de 400.000 trabajadores se habían unido a finales de enero. Esta actividad se propagó rápidamente a otros centros industriales en Polonia, Finlandia y la costa báltica. El 13 de enero (C.J.), en Riga, murieron 70 manifestantes y, unos cuantos días después, en las calles de Varsovia, 100 huelguistas fueron disparados. En febrero hubo huelgas en el Cáucaso y en abril en los Urales y más allá de la cordillera. En marzo, todas las universidades fueron obligadas a cerrar hasta fin de año, haciendo que se unieran estudiantes radicales a los trabajadores en huelga. En octubre, el efímero Soviet de San Petersburgo, un grupo menchevique liderado por entonces por Trotsky, organizó la huelga de 200 fábricas, la «Gran Huelga de Octubre». De la capital se propagaría rápidamente a Moscú, y para el 13 de octubre (C.J.) no habría ningún ferrocarril en activo en toda Rusia.
Con la sangrienta y fracasada Guerra Ruso-Japonesa hubo cierta inquietud entre las unidades reserva del ejército desde 1904. En febrero de 1905, el ejército ruso fue derrotado en Mukden, perdiendo alrededor de 90.000 hombres. En mayo se perdió Port Arthur y la flota del Báltico fue vapuleada en la batalla de Tsushima. Witte emprendió rápidamente las negociaciones de paz, firmando el 5 de septiembre el Tratado de Portsmouth. En 1905 hubo diversos motines entre la marinería en Sebastopol, Vladivostok y Kronstadt, alcanzando en junio su mayor fuerza con la insurrección del acorazado Potemkin —algunas fuentes hablan de más de 2.000 víctimas entre los marineros durante su represión. Los motines eran desorganizados y acabaron siendo brutalmente aplacados.
Los grupos nacionalistas estaban furiosos a causa de la rusificación llevada a cabo desde el reinado de Alejandro II. Los polacos, fineses y las provincias bálticas reivindicaban la autonomía, así como libertad para usar sus lenguas nacionales y promover su propia cultura. Los colectivos musulmanes también fueron especialmente activos —el Primer Congreso de la Unión Musulmana se celebraría en agosto de 1905. Algunos grupos aprovecharon la oportunidad para marcar diferencias entre sí antes que con Rusia. Algunos nacionalistas, a su vez, llevaron a cabo acciones antisemitas (pogromos), posiblemente con ayuda del Estado.
El desenlace
El gobierno respondió rápidamente. El zar había tenido la esperanza de evitar cualquier cambio importante; como medio de evitar mayor animadversión del pueblo hacia la corona destituyó a su ministro del Interior Sviatopolk-Mirski, responsabilizándole de la masacre del Domingo Sangriento. Tras el asesinato de su pariente, el Gran Duque Sergéi Aleksándrovich el 4 de febrero (C.J.), acordó la realización de diversas concesiones. El 18 de febrero (C.J.) firmaría tres declaraciones, en la más importante de las cuales anunciaría la creación de una asamblea consultiva, la Duma Estatal. El 6 de agosto (C.J.) se promulgó una ley electoral, la Constitución de Bulygin. Cuando se dieron a conocer los escasos poderes de la Duma y las limitaciones al censo electoral, la impaciencia se incrementaría, dando lugar a una huelga general en octubre.
El 14 de octubre (C.J.) se entregó al zar el Manifiesto de Octubre, escrito por Witte y Alekséi Obolenski. En él se indicaban la mayoría de las demandas del congreso Zemstvo de septiembre, como la concesión de derechos civiles, la legalización de los partidos políticos, el sufragio universal y el establecimiento de la Duma como órgano legislativo central. El zar esperó y discutió durante tres días, pero finalmente firmó el manifiesto el día 17 con el fin de evitar un baño de sangre, además de ser consciente de la escasez de efectivos militares disponibles. Finalmente acabó arrepintiéndose de la rúbrica, justificando que lo hizo bajo coacción.
Cuando se proclamó el manifiesto hubo manifestaciones espontáneas de apoyo en todas las grandes ciudades. Las huelgas de San Petersburgo y otros lugares fueron oficialmente desconvocadas o fracasaron poco tiempo después. También se propuso una amnistía para presos políticos. Las concesiones estuvieron acompañadas por un redoblado esfuerzo represor contra los disturbios. Hubo también una reacción por parte de los elementos más conservadores de la sociedad, especialmente en forma de ataques antisemitas esporádicos: cerca de quinientos judíos fueron asesinados en un solo día en Odesa. El propio zar afirmaría que el 90% de los revolucionarios eran judíos.
Los disturbios acabaron en diciembre con un repunte final en Moscú. Entre el 5 y el 7 de diciembre (C.J.), un comité bolchevique forzó una huelga general mediante amenazas sobre aquellos que no la respetasen. El gobierno envió tropas el día 7, dando comienzo a una cruenta batalla calle por calle. Una semana después, se desplegó el Regimiento Semenovskii, que empleó la artillería para dispersar las manifestaciones y bombardear los distritos obreros. El 18 de diciembre (C.J.) los bolcheviques se rendirían, dejando tras de sí un saldo de mil muertos y zonas enteras de la ciudad en ruinas. De las posteriores represalias se desconoce el número de heridos o muertos.
Entre los partidos políticos creados, o legalizados, estuvo el Partido Democrático Constitucional (los Kadets), de corte intelectual-liberal, el Grupo Laborista de los campesinos, el menos liberal Unión del 17 de octubre (los octobristas), y la reaccionaria Unión de Terratenientes.
Las leyes electorales fueron promulgadas en diciembre de 1905: la población mayor de 25 años elegiría cuatro colegios electorales. Las primeras elecciones a la Duma se celebraron en marzo de 1906 y fueron boicoteadas por los socialistas, los SRs y los bolcheviques. En la primera Duma se eligieron 170 kadets, 90 trudoviks, 100 representantes campesinos apolíticos, 63 nacionalistas de distintos grupos, y 16 octobristas.
En abril de 1906, el gobierno promulgó la Constitución, asentando los límites de este nuevo orden político. Confirmó al zar como líder absoluto, con control total del ejecutivo, política exterior, Iglesia y fuerzas armadas. La Duma fue reformada, transformándose en una cámara de menor rango que el Consejo de Estado, cuyos miembros eran elegidos directamente por el monarca. Las leyes habían de ser aprobadas por la Duma, el Consejo y el zar como trámite previo a su puesta en vigor; en «condiciones excepcionales», el gobierno podría sortear la Duma en el proceso.
También en abril, tras haber negociado un préstamo de 900 millones de rublos con el fin de reparar las finanzas rusas, Sergéi Witte dimitió. Aparentemente, el zar había «perdido la confianza» en él. Conocido posteriormente como el «político más destacado de la última Rusia Imperial», Witte fue reemplazado por Ivan Goremkyin, un lacayo del zar.
Tras haber demandado una liberalización más profunda, y servido como plataforma para «agitadores», la Primera Duma fue disuelta por el zar en julio de 1906. A pesar de las esperanzas de Kadets y los temores del gobierno, no hubo una reacción popular generalizada. Sin embargo, el intento de asesinato de Piotr Stolypin desató una cacería de terroristas que tras los siguientes ocho meses se saldaría con mil ahorcados —la soga de la horca acabaría llamándose popularmente «la corbata de Stolypin».
En esencia el país permaneció inalterado, el poder político continuó perteneciendo al zar en exclusiva, con la riqueza y la tierra en manos de la nobleza. La creación de la Duma y la represión, sin embargo, desestabilizó los grupos revolucionarios. Sus líderes fueron encarcelados o huyeron al exilio, mientras que las organizaciones se debatían en disputas internas: ¿debían presentarse a la Duma o continuar al margen? Las subsiguientes escisiones mantuvieron a los radicales desorganizados hasta el nuevo impulso de la Primera Guerra Mundial.
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