Respeto mutuo: clave para la convivencia
Durante los últimos meses nos han acompañado las imágenes tremendas de la llegada (o del naufragio y muerte) de numerosas personas procedentes del África subsahariana. Nos es difícil imaginar los motivos que empujan a iniciar esa peligrosa aventura.
Pero no es esa la única cara de la inmigración. A continuación viene el desafío de iniciar una nueva vida en nuestro continente. Lo afrontan también los inmigrantes que entran en Europa de manera legal, por cauces menos peligrosos o desde tierras distintas a las africanas. El reto tiene dificultades adicionales en el caso de los inmigrantes que proceden de países musulmanes, en los que imperan otras culturas. Es obvio que no toda la inmigración que recibe Europa es musulmana; pero nuestro análisis se centra en esta.
Por Juan Portela
Los propios musulmanes inmigrados advierten un contraste que no se refiere sólo a las costumbres: “tenemos distintas visiones del mundo, distintos valores; la gente en Oriente ve las cosas de manera distinta a la gente en Occidente” (Ahmad al Dubayan, director del Centro Cultural Islámico de Londres). Con mayor dramatismo puede experimentarlo quien descubre la fe en Jesucristo; así, Sabatina James, pakistaní convertida en Europa al cristianismo, declara: “Tengo que reconocer que mi historia es realmente difícil de comprender para los europeos. Estoy presa de dos culturas que no son compatibles” (“Del Islam al cristianismo. Mi historia”, Ediciones Palabra 2006).
TENSIONES
A veces, los contrastes afloran con dramatismo, y provocan tensiones. Las proporciones de la reacción inesperada de representantes islámicos, en su mayoría desde fuera de Europa, ante las palabras del Santo Padre en Alemania los ponen de manifiesto.
Quizá no es posible una respuesta definitiva a la pregunta sobre si la raíz del radicalismo está en el mismo Islam. Esta es una cuestión compleja, sobre la que arrojan luz las palabras recientes de George Weigel: “en el espíritu de algunos musulmanes, lo que ellos perciben como la actual decadencia de Europa hace que este sea un momento oportuno para recuperar lo que consideran suyo. No es que todos los musulmanes crean que la conquista del mundo deba tener lugar por medio de una jihad ofensiva: probablemente la mayoría de los musulmanes del mundo no comparten ese punto de vista. Pero si, como me han dicho estudiosos de esta materia, una quinta parte del mundo islámico está profundamente influido por una ideología islamista que enseñan una jihad ofensiva, eso hace 200 millones de personas, y es mucha gente infectada por una enfermedad política que se presenta a sí misma como una convicción religiosa”.
Estas páginas no pretenden explicar las posibles causas de la última crisis o de otras anteriores; ni analizar las relaciones del cristianismo con la religión del Corán; ni formular valoraciones sobre el Islam. Se refieren sólo a la inserción europea de los inmigrantes musulmanes.
RESPETO MUTUO
El punto de partida es un hecho social: es una realidad que las culturas europea e islámica se entrecruzan en la existencia diaria de los musulmanes que viven en Europa, y de los europeos que conviven con ellos. Bien lo saben las autoridades del viejo continente, para quienes el Islam ya no es sólo una cuestión de relaciones internacionales, sino de política interior. Esa realidad pide también un acercamiento al problema desde el punto de vista de la convivencia cotidiana.
En la Santa Sede, el Consejo Pontificio para los emigrantes e itinerantes se ha ocupado recientemente de la presencia de los inmigrantes musulmanes en los países de mayoría cristiana. Lo hizo en el marco de una asamblea dedicada a “Migración e itinerancia desde y hacia los países de mayoría islámica”, cuyo documento final, publicado el pasado mes de junio, da pie a estas líneas.
El respeto mutuo es una de las claves señaladas en la declaración del Consejo. Con la vista puesta en los católicos, señala que “están llamados a ser solidarios y a estar abiertos a compartir con los inmigrados musulmanes, conociendo mejor su cultura y su religión, y testimoniando, al mismo tiempo, los propios valores cristianos también desde la perspectiva de la nueva evangelización, respetuosa -desde luego- de la libertad de conciencia y de religión”. Por su parte, los inmigrantes musulmanes deben “respetar la identidad cultural y religiosa de las sociedades que los acogen”.
Vale la pena detenerse en la primera de estas recomendaciones.
CONOCER LAS DIFERENCIAS
No siempre es fácil de cumplir la invitación a conocer mejor la cultura y religión de los musulmanes europeos. Un (parcial) desconocimiento nos dificulta ir más allá de una consideración global del Islam. Pero no podemos obviar las importantes diferencias y matices que hay entre ellos: porque “el Islam” no es una realidad monolítica.
Aunque todos los musulmanes se sienten parte de una misma comunidad materna (umma), los inmigrantes proceden de contextos culturales y nacionales diversos. La relación colonial previa con determinados países europeos explica, en gran parte, su distribución actual en Europa: en Francia predominan los argelinos, marroquíes y tunecinos; en el Reino Unido los paquistaníes y egipcios, etc. Otras diferencias son económicas, de formación cultural y de ocupación profesional.
Además, el Islam europeo no sólo está integrado por inmigrantes propiamente dichos, sino que existen: un “islam nacionalizado” (estudiantes y trabajadores que adquirieron una nacionalidad europea ya desde los años 60); un “islam de las embajadas”, fruto de las inversiones en grandes mezquitas o de las subvenciones de ciertos países (Arabia Saudí, Egipto, Emiratos árabes, Marruecos y Libia); y un “islam converso”, formado por los europeos convertidos a la fe islámica (unos 15.000-20.000 franceses, 6.000 ingleses, 5.000 alemanes o alrededor de 2.000 españoles). Evidentemente, estos últimos tienen más capacidad de diálogo con la sociedad civil y las autoridades públicas.
PRÁCTICA RELIGIOSA
Desde el punto de vista religioso, en Europa se reproducen las tendencias habituales en los lugares de origen: sunita y chiíta, así como otras derivadas de la vinculación con países o regímenes políticos (wahabismo de Arabia Saudí, Hermanos Musulmanes con raíces en Egipto o en Siria). Son también variadas las escuelas coránicas y tendencias espirituales (como el sufismo).
Dado que el Islam considera la vida religiosa una práctica comunitaria, está condicionada por el contexto particular en que se desarrolla. En el ambiente europeo, la práctica religiosa de los musulmanes se concreta en actitudes diversas.
La mayoría vive pacíficamente su religión y cumple los preceptos coránicos básicos. Eso sí, parece que en Europa tienden a una cierta secularización (por ejemplo, en Alemania sólo el 25% declara respetar las prescripciones coránicas; y en Italia, se estima en el 5 % el porcentaje de los que practican su religión). Conviene puntualizar que los musulmanes que acuden a las mezquitas también son una minoría en los países islámicos.
No hay muchos musulmanes de mentalidad antirreligiosa; ni son numerosos los que practican su religión de modo estricto, aunque ejerzan gran influencia en las comunidades musulmanas. Éstos observan fielmente las prescripciones del Corán y de la tradición del Profeta (los hadiths o dichos que componen la Sunna), y mantienen una cierta separación de la sociedad occidental.
Sólo algunos cultivan en Europa lo que suele llamarse “radicalismo”: considerar su presencia en el continente como una ocasión para islamizarla y para potenciar la práctica islámica entre los mismos musulmanes. Destaca el movimiento denominado Fe y Práctica, inspirado por la institución Jama´at al-Tabligh, que recibe ayuda de la Organización de la Conferencia Islámica, con sede en Arabia Saudí.
Sobre todo, son jóvenes alejados de la religión en su país de origen los que en Europa se acerca a ella en una versión combativa. El cambio suele producirse en un grupo de amigos, en un barrio habitado por inmigrantes, en un campus universitario o en la cárcel. Lo sorprendente es que, en apariencia, estaban bien integrados en su entorno. Parece que, “sin lugar a dudas, la más perfecta compañera de viaje del islamismo radical sigue siendo la marginación social” (Jiménez-Aybar). Lo confirmaría la extracción social de algunos activistas detenidos en ciertos países europeos.
CUÁNTOS SON
No se puede saber con exactitud cuántos musulmanes hay en Europa. No es posible acudir a datos oficiales sobre creencias religiosas: muchos Estados europeos no los recogen por respeto a la libertad religiosa individual.
Además, la inmigración fluctúa, y el número de inmigrantes ilegales únicamente puede ser estimado. En España, durante el proceso extraordinario de regulación de 2005 afloraron más de 500.000 inmigrantes, de religión no precisada. Por otro lado, al cuantificar las personas que profesan una fe religiosa, es equívoco identificarlas con las que proceden de un país determinado, aunque eso sirva como aproximación.
En todo caso, en Europa se calculan aproximadamente 14 millones de musulmanes, la mayoría varones. Son aproximadamente dos tercios de la cantidad total de inmigrantes.
VIDA PRÁCTICA
La llegada de inmigrantes está cambiando la sociedad europea. No se trata sólo de una aportación económica o de una cuestión de espacio. Sobre todo, los europeos se encuentran ante el reto de encontrar un modus vivendi que, sin alterar su propio carácter e identidad, desarrolle una nueva sensibilidad hacia lo musulmán. Es de esperar que los acontecimientos que viene tensando la opinión pública sean sólo episodios ocasionales, y no impidan el conveniente equilibrio.
La vida práctica de vecindad o relación laboral ofrece gran variedad de experiencias personales. El italiano Luigi Accattoli ha publicado un libro llamado “Islam, historias italianas de buena convivencia”. Tampoco faltan las experiencias negativas, o los datos que parecen alimentar la desconfianza.
La clave está, en opinión de Daniel Madigan SJ, consultor del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, en la convivencia diaria: “en la sonrisa, en un gesto de bienvenida, en la mano que ayuda, en una palabra amable, en el servicio sencillo”. Parece claro que la mayoría de los musulmanes europeos no pretende destruir nuestra civilización. En cambio, dice Jiménez-Aybar, “el principal obstáculo para la práctica de la religión islámica no es el catolicismo, sino el laicismo beligerante que cada vez con más fuerza impregna el espacio público. Por ejemplo, no es casualidad que los colegios que más y mejor respetan cuestiones como la alimentación halal o los ritos y festividades islámicas sean los concertados católicos”.
PROBLEMAS Y OPORTUNIDADES
Son inevitables ajustes y tensiones, en los que el viejo continente debe definir sus objetivos.
La cuestión del futuro demográfico europeo se sitúa en primer lugar. Desciende la población originariamente europea y aumentan los inmigrantes. En España, los mayores de 65 años suponen el 21,2 % de la población; en 2025 serán el 31 %. Mientras la población de los países de la ribera norte del Mediterráneo ha pasado de 158 millones a 212 en 50 años, la población de la orilla sur ha crecido de 73 a 244 millones; por tanto, hay una presión demográfica hacia el norte.
George Weigel subraya The Catholic World Report que “en la naturaleza, los vacíos tiende a ser rellenados, y eso es cierto también para los vacíos demográficos”, y Alberto Carosa escribe: “si continúa esta tendencia, la conclusión inevitable es que resulta muy probable una integración a la inversa: más que hacerse europeos los musulmanes, Europa se islamizará. Y además, ¿hasta qué punto están preparados estos inmigrantes musulmanes para integrarse en sus nuevas sociedades occidentales? Y, más específicamente, ¿integrarse en qué?”
Otro reto de difícil solución procede del terrorismo de inspiración islamista. Los atentados de Londres y los sucesos de Francia y de otros lugares han mostrado que existe un radicalismo latente entre algunos musulmanes que parecían integrados. Aquí surge la pregunta, antes aludida, sobre las causas del radicalismo.
Con referencia a la específica situación europea y a los brotes de radicalismo, Olivier Roy, Director de Investigación en el Centro Nacional francés de Investigación Científica, mantiene que “estamos más ante un proceso de radicalización interna de Europa que ante la importación europea de conflictos de Oriente Medio […] La cuestión fundamental no es ya la inmigración (que está ahí), sino la reconstrucción del islam (o, mejor dicho, varios islam) en un contexto de occidentalización y desarraigo cultural”.
Añade: “En la práctica, los dos modelos de gestión que han dominado Europa con respecto a la cuestión de la inmigración durante los últimos 30 años están en crisis: el modelo multiculturalista de los países del Norte, porque está basado en la idea de la perennidad de las culturas –cuando lo cierto es que están en situación crítica–, y el modelo francés, porque, hasta hace poco, ha pretendido ignorar la permanencia e incluso el fortalecimiento de la identidad religiosa. Y lo cierto es que la nueva generación se caracteriza por la búsqueda de esa identidad”.
OCCIDENTE CRISTIANO
No hay que olvidar que, para los cristianos europeos, la presencia musulmana supone para la oportunidad de redescubrirse a sí mismo como fe, y no sólo como cultura. En un pasaje del documento de junio citado, del Consejo Pontificio para los emigrantes, se alude a la conveniencia de “distinguir entre occidente y cristianismo, puesto que con frecuencia los valores cristianos ya no inspiran actitudes, posturas o acciones (también en relación con la opinión pública) en el llamado mundo occidental”.
De cara a la acogida de inmigrantes, la actitud de los europeos creyentes debe, como los demás campos de su actividad, inspirarse en la luz del Evangelio. De esa manera, les será posible testimoniar “los propios valores cristianos también desde la perspectiva de la nueva evangelización”, dentro del respeto a la libertad de conciencia y de religión. Así lo subraya el mismo documento.
Número de musulmanes en Europa
Datos aproximados de la población musulmana en Europa (en millones de personas. Cifras publicados por ABC el 3 de febrero de 2006):
Francia 5.98
Alemania 3.06
Reino Unido 1.48
Italia 1.37
Holanda 0.87
España 0.50
Bélgica 0.37
Suecia 0.28
Suiza 0.23
Austria 0.18
Grecia 0.17
Dinamarca 0.16
Portugal 0.05
Noruega 0.05
Finlandia 0.01
Irlanda 0.00
Modelos y políticas. Multiculturalismo, asimilación, integración
Las políticas adoptadas por los Estados europeos respecto de los inmigrantes musulmanes no obedecen a un patrón único. Los expertos suelen contraponer la tendencia “asimilacionista” de Francia y el “multiculturalismo” de los Países Bajos y el Reino Unido.
Pero conceptos como “multiculturalismo” o “asimilación” son etiquetas clasificatorias, que no están definidas previamente, aunque pueden identificarse en la postura ante el uso del velo, la autorización de los cementerios y fiestas específicamente islámicas, etc. Los esquemas evolucionan ante los acontecimientos, y no hay que quedar anclados en las palabras. Francia rectifica algunas medidas que caracterizaban su modelo; Alemania tiende a introducir criterios cualitativos de selección y a requerir una cierta identificación con los valores básicos de la sociedad de acogida.
El historiador Stanley G. Payne considera que “es dudoso que haya habido jamás una sociedad “multicultural”, que es casi una contradicción en los términos. Ha habido muchas sociedades imperiales multiétnicas con varias culturas o religiones segmentadas, pero eso es otra cosa. Siempre una fue dominante, con las otras toleradas en varios grados. Una sociedad verdaderamente multicultural no sería una sociedad, sino varias, y no podría integrar un país unido”. Por eso es muy cuestionable la decisión del Estado canadiense de Ontario, que ha aceptado la aplicación de la sharia para los ciudadanos musulmanes.
Desde un punto de vista sociológico (y no de los modelos políticos), las categorías en juego serían tres: presencia flotante (con vínculos superficiales con la sociedad de acogida), asimilación (se desarrollan vínculos profundos) e integración: arraigo en la sociedad de acogida manteniendo un cierto carácter propio (J. Morales). Esta sería la integración que desean muchos inmigrantes islámicos. Su grado efectivo difiere en función del juego recíproco de tres instancias principales de socialización: la familia, la escuela y la calle.
La Iglesia acoge
La institución más acogedora hacia los inmigrantes musulmanes ha sido y es en Europa la Iglesia Católica y, con ella, las restantes comunidades cristianas. Hospes eram et collegistis me: era forastero y me acogisteis”. Lo confirma un gran número de iniciativas, y la dedicación altruista de muchas personas.
El Consejo de Conferencias Episcopales Europeas (CCEE) y la Conferencia de Iglesias Europeas (KEK) publicaron en diciembre de 2003 un documento sobre el encuentro de las sociedades europeas con los musulmanes. Por su parte, la Conferencia Episcopal Alemana ha publicado varios documentos en los que recoge la experiencia de varios decenios de convivencia en el país con inmigrantes islámicos (turcos en su gran mayoría); el documento titulado “Cristianos y musulmanes en Alemania” (2003), constituye una referencia.
En varias ocasiones se ha aludido a la posibilidad de una prudente actividad evangelizadora respecto a los seguidores del Islam. A algunas se alude en el cuerpo del artículo. Con claridad lo planteó el entonces secretario de la Conferencia Episcopal y hoy cardenal Mons. Ennio Antonelli en 2000: “se trata de una propuesta respetuosa que se dirige a su libertad, si bien somos conscientes de las grandes dificultades que encuentran para su conversión. Pero es obligación nuestra decirles que Jesucristo es el Salvador único de todos los hombres”.
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